martes, 31 de mayo de 2016

PASEOS EN CICLA ALREDEDOR DE CHÍA

Chía, 31 de mayo de 2016


PASEOS EN CICLA ALREDEDOR DE CHÍA

Chía es uno de los municipios de la sabana de Bogotá donde más ciclas circulan por ser un terreno plano con muchas empresas de flores. Desde las 5 a.m. miles de personas se dirigen a sus trabajos montados en bicicletas de todas las marcas y estilos, algunas con aditamentos  que permiten cargar a los niños. Esto me recuerda cuando Isolde llevaba a Julián y Camila hace 25 años, uno adelante y el otro atrás, en su cicla alemana para hacer todas las vueltas diarias en el pueblo. A la misma hora salen también los ciclistas que se dirigen a los diferentes recorridos de montaña que abundan en la región. El paso a Tabio, la subida a La Valvanera y el paso a Tenjo, el alto de Canicas en la vía de Tabio a Subachoque, el exigente alto de Yerbabuena con rampas del 10 %, el alto de Papas por la trocha de El Infierno o la vía a Sopó que en sentido contrario asciende por el paso de El Calvario, con rampas de casi 15%.


Este fin de semana Camila está de visita en El Bosque de Chía. A pesar que el clima es bastante inestable, decidimos hacer unas vueltas en cicla. El domingo tomamos la vía a Tabio por el cerro, pasando la capilla de Lourdes para acceder al valle alto del río Frío.


Por un tramo de la carretera que lleva a Cajicá, cuidándonos de los carros que circulan a toda velocidad, tomamos la vía a El Bote que lleva por la parte alta hacia Zipaquirá y La Pradera. La vía pavimentada asciende en varios escalones por el costado oriental del valle, siguiendo el piedemonte de los cerros que separan la cuenca del río Frío del valle del río Bogotá en Cajicá. Llegamos al puente de Calamar donde existe un restaurante de comida típica, con ajiaco, cuchuco con espinazo, mazorcas, etc. Unas arepas de choclo como tentempie para continuar el recorrido, nos da la ocasión para visitar el borde del río Frío que en este sector se encuentra conservado con las especies arbóreas típicas del bosque original: cedros, tíbares, alisos y zonas cubiertas con espesos racimos de chusque.


A la hora de continuar el camino se viene un torrencial aguacero, afortunadamente antes de emprender el viaje. Esperamos un rato sentados a la mesa y vemos los torrentes de agua que caen desde los techos por las canales mientras dura la lluvia. Cuando se ve la cadena de montañas hacia el occidente del valle tapada con neblinas, emprendemos de nuevo la ruta. Sin embargo, pasando el puente para tomar el destapado a Tabio por la margen derecha del río, el camino es un solo barrial. Este recorrido se hace al pie del monte con columpios fuertes que obligan a cambiar las velocidades de la cicla para subir las empinadas cuestas. De vez en cuando salen los perros a ladrar a los ciclistas, Isolde baja de la bicicleta y hace el gesto de tomar una piedra, lo que pone en huida a los cobardes canchosos.


En Tabio visitamos el parque que es muy lindo y vemos cantidades de gente que vienen de Bogotá y la región para comprar artesanías, almorzar en alguno de los restaurantes locales o comprar postres típicos y jugos en las tiendas del pueblo. Ya es hora de almorzar y nos dirigimos a nuestro acostumbrado restaurantico a dos cuadras del parque que ofrece un delicioso “corrientazo”. El menú es una sabrosa y caliente sopita del día, el plato está compuesto por un pollo en salsa blanca, arroz con ajonjolí, verdura y papa gratinada, con un jugo de mango o tropical como bebida.

La salida hacia Chía está en obra vial, el recebo que está preparado para echar la capa de pavimento, está convertido en un verdadero pegote que ensucia las ciclas y frena las llantas. Salpicados de barro hasta las orejas subimos el paso de Lourdes y llegamos de nuevo al valle de Chía por la trocha de la montaña que las lluvias han dejado llena de huecos y charcos. El cielo se despeja al pasar la montaña y tenemos un hermoso paisaje sabanero hacia el sur y el este, con una atmósfera limpia, lavada por los sucesivos aguaceros. Cuando regresamos a la casa, la tarde está soleada, momento propicio para lavar y secar las bicicletas, trabajo que nos ocupa el resto de  la tarde, pues la labor es dispendiosa ya que quedaron cubiertas por completo con una gruesa capa de barro.


Al día siguiente, lunes festivo, amanece despejada y con un sol radiante. Desde temprano hace calor, qué contraste con las condiciones climáticas adversas del día anterior. Preparamos las ciclas y salimos hacia las 10 a.m. en dirección a Subachoque por la misma ruta de Tabio. El barro en el camino se ha secado y atravesamos limpiamente el cerro y el valle.

Tomamos en el pueblo el camino hacia las termales que quedan al pie de la montaña y emprendemos la subida de 4 km al Alto de Canicas. La carretera pavimentada sube con un excelente trazado hasta cerca de 2900 m.s.n.m., ascenso que Camila toma con “una mano en la cintura” aprovechando la comodidad y rendimiento de su nueva cicla. Isolde viene a su paso songo sorongo en estos recorridos largos, lo que permite llegar lejos y hasta pasar a muchos jóvenes por el ritmo constante en las subidas. Sergio tiene que demostrar fortaleza con sus damas y como los perritos que saca la gente a pasear, sube y baja por la cuesta para acompañar a Isolde o a Camila.


La vista hacia el valle de Subachoque es magnífica, el paisaje con los campos es de un verde tan fuerte como en los pre-Alpes del sur de Alemania en primavera. En las cañadas de los cerros se conservan retazos del bosque Alto Andino con un verde muy oscuro y hacia el horizonte se aprecian los cúmulos nimbus que suben desde la vertiente occidental del río Negro y el río Magdalena. Algunas nubes bajas descienden por las laderas cubriendo los campos de cultivo encima del pueblo de Subachoque que sobresale del valle por estar situado sobre una terraza alta al pie de la vía que conduce a El Tablazo.

La bajada es una delicia, se pasa por fincas con excelentes suelos volcánicos negros sembrados los campos de maíz, arveja o papa, y que tienen su origen en el aporte de cenizas provenientes de las erupciones milenarias de la cordillera Central. Algunos suelos de color amarillo rojizo y “chocolate” que describió el profesor Van der Hammen en los estudios del Cuaternario de la sabana de Bogotá, son visibles en los cortes de la vía. Cuando los nombro, Camila recuerda su expresión en alguno de los recorridos en carro que hacíamos cuando niños, después de algunas horas de aburrirlos con estos temas: “Papi, no más paleosuelos”.

La carretera pasa por un puente sobre el río Subachoque que viene crecido por las recientes lluvias y sube en una fuerte pendiente al pueblo. En las últimas competencias ciclísticas regionales, esta ruta ha sido escogida por su lindo y tranquilo recorrido. Recuerdo una etapa de contrarreloj individual en la que el ganador empleó apenas 35 minutos entre Subachoque y Cajicá.

El restaurante Ubasá en Subachoque ofrece un exquisito almuerzo. Reparamos fuerzas con un plato compuesto por un lomo de cerdo con salsa de maracuyá o pollo al horno, patacón pisao o papas al vapor, una ensalada mixta y una torta de maíz. Para terminar, un delicioso jugo de guanábana o de lulo y de postre breva con arequipe o cuajada con dulce de mora.




A la salida aprovechamos el solecito de la tarde y nos sentamos en una banca en el parque para tomarnos una rica agua aromática de maracuyá con panela. La tarde es idílica, sin embargo gruesas nubes que se empiezan a tornar oscuras se levantan del lado este en la dirección de nuestro recorrido de regreso.


A un buen paso pero con algo de cansancio subimos de nuevo al Alto de Canicas a donde llegamos con las primeras gotas de lluvia. No hay nada que hacer, el ambiente amenazador de la tormenta que se avecina nos obliga a continuar de inmediato el camino de descenso. A los pocos metros comienza el aguacero que nos acompaña durante toda la bajada. El aire se pone frío y llegamos a Tabio empapados hasta los huesos

En el pueblo todavía no ha llovido, así que continuamos la ruta al cerro para pasar a Chía, superando el tramo de recebo seco lo que nos evita la embarrada extrema del día anterior. Cuando llegamos a la gruta de la Virgen al pie de la capilla de Lourdes donde inicia la subida al alto de Peñas Blancas, el siguiente aguacero se desgaja, con rayos y truenos. Nos refugiados en un pequeño abrigo rocoso mientras pasa lo peor, antes de continuar el camino de nuevo empapados. Cuando nos damos cuenta que va para largo decidimos continuar con una llovizna persistente que sigue todo el camino hasta el regreso a la casa, a donde llegamos con algunos signos de hipotermia. Una ducha caliente y la chimenea prendida nos dan el calor de hogar con el que culmina este fin de semana de lindos paseos en cicla a pesar de la mojada.




El resto de la tarde y toda la noche sigue lloviendo, el aire vibra con los poderosos truenos que caen a pocos kilómetros a la redonda. En el pluviómetro se recogen 26 mm de lluvia que sumados a los aguaceros de los días anteriores dan un acumulado de más de 100 mm para este mes de mayo pasado por agua: "mayo, hasta que se rompa el sayo". Y el IDEAM anuncia un final de año con altas posibilidades de tener una Niña, lo que podría aumentar los promedios de lluvia respecto a los últimos 4 años.

sábado, 26 de marzo de 2016

REGRESO A CASA CON 30.000 KM RECORRIDOS

REGRESO A CASA CON 30.000 KM RECORRIDOS

El viaje de Ecuador a Colombia queríamos hacerlo el día lunes festivo para conseguir algún alojamiento decente al final del puente. Para ello reservamos con tiempo un cuarto en Chachagüí, el pueblo vecino al aeropuerto de Pasto fuera de la ciudad. Antes de salir nos enteramos que nos habían cancelado la reserva, ahora toca ponernos a buscar un chuzo en Pasto.

El viaje se hizo sin contratiempos fuera de la habitual pelea en el paso de la frontera: Isolde insiste en comprar algo para salir de todos los centavos ecuatorianos; Sergio quiere pasar sin perder más tiempo. Total: desvío para buscar una tienda en el último pueblo y pérdida de tiempo en el paso de la frontera por las colas de entrada del puente festivo, "al que no quiere caldo se le dan dos tazas".

En el centro de Pasto entramos a la catedral donde estaba iniciando un concierto de música de cámara de una agrupación vocal, en un evento patrocinado por la alcaldía. Al final nos hicieron entrevista para un programa cultural, Isolde expresó su satisfacción por la calidad de la presentación en contraste con la basura electrónica que se escucha por todas partes. El  chuzo de Pasto fue algo ruidoso, no se durmió muy bien, pero por fortuna conseguimos un lugar para pasar la noche. Pasto está tomado por los ecuatorianos que vienen a Colombia de vacaciones y de compras porque les resulta muy económico debido a la devaluación del peso con respecto al dólar.



La jornada Pasto - Cerrito (Valle) fue bastante larga. El paso por el cañón de Juanambú en Nariño y por el río Patía en el Cauca, obligan a subir y bajar montañas por abismos impresionantes para llegar a Popayán después de 250 km de recorrido. Pasto se encuentra muy aislado por tierra del resto del país, se entiende porqué ha desarrollado su propia cultura.

Seguimos de largo por la panamericana dejando Cali y entramos a Palmira para buscar la vía que lleva a la Hacienda El Paraiso, lugar donde se desarrolla la novela La María de Jorge Isaacs. Cerca a este sitio queríamos pasar una noche tranquila y descansar en un sitio alejado de los pueblos del valle donde la actividad agroindustrial de la caña de azúcar es impresionante. Efectivamente llegamos al lugar que queda situado unos 500 metros encima de la planicie, con un paisaje hermoso. Pudimos asistir a un lindo atardecer aunque en el valle queman potreros y se levantan nubes de humo que forman hongos en la altura.



La finca campesina resultó un chasco: el cuarto, la cama, etc., incómodo y poco aseado. Adicionalmente algo que comimos en la tarde nos enfermó, por lo tanto pasamos una mala noche en una mala posada. Nos despedimos sin desayuno y seguimos nuestro viaje final desde temprano en la mañana. Cruzamos todo el valle del río Cauca y tomamos la vía que por la zona cafetera conduce al paso de La Línea. El tráfico comenzó a ponerse pesado a partir de mediodía. En el cruce de la Cordillera Central encontramos montones de vehículos que venían de Bogotá en filas interminables. Varias tracto-mulas hacían muy lento el tránsito, a veces la velocidad no superaba los 20 km/hora. La bajada a Ibagué fue igual o peor que el ascenso a La Línea, este recorrido resultó muy estresante. En el camino nos íbamos turnado el volante, realmente el poco sueño y la intoxicación nos tenían a ambos en malas condiciones. El túnel de La Línea parece que sigue en obra!

En el valle del Magdalena el calor era impresionante. Decidimos, a pesar de todo, seguir adelante hasta llegar a la casa. En Girardot tuvimos nuestro último encontrón, en un Pare para tomar la vía de La Mesa. En espera del paso, sentimos un golpe por detrás: lo que faltaba! Bajamos a ver los daños, el carro de atrás se incrustró solito con su bomper y su placa en la bola para el remolque que tiene nuestro jeep. No nos pasó nada: señores, no se preocupen por nosotros: mucha suerte. Seguimos nuestro camino sin que se generara ningún problema. Por fin, después de 10 horas de duro viaje logramos llegar a Chía con las últimas luces del atardecer.



Los últimos tres días de viaje por tierras colombianas nos dejaron exhaustos. En los 400 km del último día pagamos once peajes por un valor total de $ 100.000, cuota exigida para cualquier tipo de vía. Aquí sentimos que algo no funciona bien, en todos los países que visitamos solamente se paga peaje cuando existe autopista.



Así terminó nuestro recorrido que durante seis meses nos llevó a la latitud 46° Sur desde nuestra latitud 4° Norte. Recorrimos aproximadamente 30.000 kilómetros en un arco de 50° por paisajes hermosos y contrastantes. Nuestro viaje que bautizamos SURAMERICARRO ha sido una experiencia maravillosa.



La próxima será NORTEAMERICARRO ?




viernes, 25 de marzo de 2016

LA ZONA ECUATORIAL MÁS VERDE QUE NUNCA

LA ZONA ECUATORIAL MÁS VERDE QUE NUNCA

El paso por la frontera entre Perú y Ecuador ha sido la pesadilla de muchos viajeros. Tradicionalmente en este punto los chantajes, las estafas y todo tipo de acciones delictivas eran el pan de cada día. Hoy en día, después de la guerra que confrontaron los dos países por extensos territorios en el vecino Amazonas en los años 80, con la paz llegaron los acuerdos que incluyeron el control fronterizo binacional. Se construyeron  dos complejos modernos a cada lado de la frontera (los recelos territoriales no permitieron hacer uno solo), que ya funcionan desde hace pocos años. Sin embargo, aunque el proceso de migración se hace en ventanillas vecinas, entender en qué lado de la frontera hay que hacerlo requiere de varias idas y venidas. Por fin entendimos que la salida de Perú se hace en Ecuador y la de Ecuador en el Perú.

Dentro de las instalaciones también está el control de Aduana, pero encontrar las oficinas para la salida y entrada del vehículo requiere otro tiempo de averiguaciones y paciencia, cualidad poco conocida por Sergio. Claro, la pelea interna es tremenda, lo que sigue es donde cambiar soles por dólares, pues no existe ningún lugar de cambio de divisas en la frontera. Unos kilómetros más adelante, en un control  recibimos la bienvenida por parte de un gentil policía ecuatoriano quien nos informa que el mejor lugar para cambiar plata es el pueblo de Huaquillas, antiguo paso fronterizo. Después de otro ensayo y error en el siguiente pueblo, resolvimos devolvernos y por fin llegamos a la zona del mercado, lugar que parecía poco confiable para este tipo de transacciones. Isolde se hizo acompañar por un policía y logró cambiar con éxito los soles peruanos a buen precio.

Continuamos nuestro camino por las plantaciones de banano que se extienden con su color verde plátano hasta donde alcanza la vista. Se entra a Machala, localizada a 80 kilómetros de la frontera por una gigantesca autopista de cemento de ocho carriles. Los centros comerciales, los concesionarios de vehículos, las empresas agrícolas y de maquinaria se suceden a lo largo de varios kilómetros. La ciudad moderna da la impresión de prosperidad y limpieza, pero a medida que entramos al centro más viejo, el ambiente es más caótico y ruidoso. Después de dar vueltas conseguimos por fin un alojamiento con parqueadero que nos sorprendió por lo tranquilo a pesar de estar cerca a las estaciones de buses. La nota fea fue la gran cantidad de insecticida repartido por el cuarto. Será mejor el veneno o el riesgo de zika u otra enfermedad tropical transmitida por los zancudos?


De Machala buscamos la vía para ir a Riobamba; queríamos subir pronto a la sierra y dejar los calores del trópico. A la salida de la ciudad resolvimos detenernos en un almacén de llantas donde tenían nuestra referencia y no había clientes en espera. De una vez compramos dos llantas que fueron instaladas en la parte delantera, las de adelante pasaron para atrás y las otras dos fueron desechadas por cumplir su vida útil después de 80.000 km de recorrido. Salimos felices como marrano estrenando lazo, el tema de las llantas nos tenía preocupados desde hacia varios días.

En el camino nos paró la policía en un control. La pregunta que no nos esperábamos fue: porque tiene película en los vidrios del carro? Sergio respondió: en Colombia es permitido y lo recomiendan por seguridad. En Ecuador está prohibido, se le ocurrió explicar al agente. Nosotros estamos de paso para Colombia. Isolde, experta en estas lides, desvió la conversación para solicitar información sobre la ruta a Riobamba que fue dada de manera ágil, el agente olvidó su reclamo y pudimos seguir el camino. Unos pocos kilómetros más adelante nos pasó una comitiva oficial con grandes camionetas, todas con vidrios polarizados!

En una estación de gasolina se nos ocurrió pedir confirmación sobre el camino a Riobamba. La empleada nos dijo que la vía normal estaba cerrada por la caída de un puente ocurrida días anteriores debido a la creciente de un río! Estamos en la zona donde el Fenómeno del Niño se manifiesta con lluvias más intensas de lo normal. Menos mal averiguamos y pudimos tomar a tiempo una ruta alterna que sube de la planicie costera al pueblo de Alausi. A medida que nos acercamos al piedemonte comenzó a llover, la carretera asciende la cordillera en una vía estrecha dentro del bosque sobre el precipicio. Empezamos a atravesar el primer cinturón de nubes que se metían por los cañones y formaban una neblina tan espesa que no se veía el camino. Subimos en estas condiciones a paso de tortuga durante una buena hora hasta que por fin salimos de esta capa de nubes y llegamos sin contratiempo al pueblo situado a 2350 m.s.n.m. Sentíamos el carro muy duro y pensamos que definitivamente los amortiguadores habían sacado la mano. Desde allí, tomamos la vía Cuenca - Riobamba y llegamos a nuestro hostel conocido a las 5 p.m. para descansar de un mala noche y un día azaroso de viaje.

Aprovechamos la estadía en Riobamba para revisar la suspensión. Un excelente mecánico amigo de nuestros anfitriones revisó el carro e informó que los amortiguadores estaban bien, sospechó que con el cambio de altura la presión de aire en las llantas podría estar muy alta. Cuando revisamos el aire, las dos llantas nuevas tenían más de sesenta libras de presión, el doble de lo normal. El bruto de Machala las dejó como para las carreras de piques y por lo tanto el carrito brincaba más de lo normal, situación peligrosa para una ruta de montaña como la que hicimos ayer. Corregido el error el tema mecánico quedó resuelto en cuestión de minutos.

Con la noticia del buen estado del vehículo nos fuimos a reconocer el Parque Nacional del Chimborazo (6310 m.s.n.m.), por una vía que muy cerca de Riobamba sube hasta 4800 m.s.n.m. y permite acercarse a la nieve por el camino del refugio de alta montaña. En los cortes de la carretera se ven las diferentes capas de cenizas de las erupciones volcánicas que han depositado materiales en la región. Cuando llegamos a la entrada del parque a 4300 m.s.n.m., las nubes cubrían toda la montaña y comenzó a llover. Decidimos seguir de largo y llegar al pueblo de Guaranda a 2660 m.s.n.m. Es un antiguo asentamiento precolombino de la cultura Puruháe, fundado por los españoles a mediados del siglo XVI, lugar muy propicio a mitad de camino entre la costa y los altiplanos de la sierra, con excelentes suelos volcánicos y clima húmedo, hoy cubierto de cultivos de maíz, papa y abundante pasto para el ganado. Se llega a esta hermosa región después de pasar los desiertos de altura del Chimborazo.




La gente en este pueblo es muy amable, recibimos información sobre los lugares de interés para visitar y almorzamos en un rico restaurante en el Parque Principal donde viene "todo lo que es oficina" municipal y educativa. De Guaranda visitamos el pueblo de Salinas situado a más de tres mil metros de altura. Allá existe una comunidad cooperativa que con la ayuda de un mecenas suizo y los padres salesianos lograron crear microempresas lácteas y agrícolas. Producen unos famosos quesos maduros de marca El Salinerito que exportan y se han dado a conocer en otros países. De Europa vienen jóvenes para hacer voluntariados con la gente de la región en temas ambientales y empresariales. El municipio se extiende desde los 800 hasta los 4300 m.s.n.m. y tiene unas salinas que también han sido explotadas de manera artesanal desde hace siglos.



Al día siguiente tomamos rumbo a Otavalo por al vía Panamericana dejando Quito a un lado. El callejón andino es un poco menos húmedo que las vertientes externas de la cordillera, sin embargo estamos en época de lluvias y todos los volcanes estaban cubiertos por un espeso manto de nubes, por encima de los 4000 metros de altura. Desde Riobamba los pueblos se suceden uno tras otro, cruzamos por la ciudad de Ambato al pie del Tunguragua, luego Latacunga al pie del Cotopaxi que ya está calmado. Finalmente, por el valle de Los Chillos dejamos Quito y el Aeropuerto. Pasamos por Cancagua donde se cruza la línea ecuatorial, latitud 00°00'00'' y entramos por fin al hemisferio norte.


En el camino debimos engrosar durante muchos kilómetros la caravana de la Virgen que con escolta policial se dirigía a paso de tortuga hacia Otavalo. Los agentes impedían que los carros cometieran el sacrilegio de sobrepasar la procesión, de tal manera que se formó una cola de varios kilómetros a lo largo de la vía que en el sector es estrecha y llena de curvas. Por fin, al atardecer llegamos a Otavalo por la doble calzada que permitió el paso de la romería, bordeando la base del volcán Imbabura. Buscamos el hostal campestre situado a unos 5 km en las laderas frente al pueblo, donde queríamos pasar los últimos dos días en el campo para caminar por las montañas de los alrededores.


Al día siguiente aprovechamos para visitar Otavalo después de una agradable caminata de una hora desde nuestro refugio. Por ser día sábado, mucha gente indígena de los alrededores baja al mercado y se vive un ambiente muy interesante. En las calles y en la plaza se encuentra todo el mundo, como sabemos los otavalos mantienen sus costumbres y tradiciones de manera digna. Las mujeres de todas las edades andan con sus vestidos de color oscuro y blusa blanca con adornos de vivos colores, el pelo negro y largo recogido en la punta con una cinta, y alpargatas. Algunas llevan un pequeño chal que se colocan terciado encima de la blusa, y caminan con tanta elegancia que da gusto verlas. Los hombres se caracterizan por su trenza muy bien elaborada, pantalones y camisa de algodón blanco, ruana azul y sombrero oscuro. Los niños portan desde chiquitos la trenza y también se muestran bien orgullosos de su apariencia.


Al mismo tiempo se nota que en este pueblo existe una gran apertura de espíritu, las prendas tradicionales de la mayoría se mezclan con atuendos menos tradicionales aunque en general conservan las cabelleras y los peinados. Y en tecnología no se quedan atrás con los smartphones que utilizan jóvenes y viejos, la mayoría se escucha hablar en quechua. Como es un pueblo comerciante, muchos viajan por el mundo vendiendo textiles y prendas elaboradas en sus telares, el mercado tradicional en la plaza de los Ponchos se mantiene todos los días activo, pero ya se ve mucha mercancía de tipo industrial. Entre los artesanos hay jóvenes que con un pequeño telar manual confeccionan en minutos manillas con nombres para los turistas. Aprovechamos la ocasión para colocarnos las insignias de Isolde y Suramericarro, por un dólar.


El pueblo es mucho más ordenado y limpio de lo que recordamos de un viaje en los años 80, la plaza de mercado presenta todo tipo de productos vegetales y animales que se ven apetitosos, aunque todavía nos aconsejan ir a almorzar a un restaurante típico más limpio donde se ofrece el asado de chancho con mute, empanaditas de plátano, tortilla de papa amarilla y chicha, plato conocido como yamor.

El domingo nos levantamos temprano y subimos con el carro a las lagunas de Mojanda a 3700 m.s.n.m., apenas 10 km arriba de nuestro alojamiento. Aunque llovió por la noche y amaneció nublado, logramos subir entre el viento y la neblina al pico Fuya Fuya de 4250 m.s.n.m., por un camino de páramo muy húmedo y empinado, sobre un piso negro muy resbaloso. En recompensa, las nubes se disiparon en los alrededores y tuvimos una vista despejada de los lagos y los valles inferiores. Los volcanes nevados y la ciudad de Quito no se pudieron ver por la capa persistente de nubes que se mantuvo todo el día.



Por la tarde nos dirigimos a la laguna Cuicocha que es una enorme caldera de 3 km de diámetro a 3000 m.s.n.m. en la base del volcán Cotacachi de 4900 m.s.n.m. Según las informaciones, corresponde al colapso de un cráter lateral después de un proceso eruptivo que culminó hace tres mil años. El lago tiene dos islas que son conos secundarios que se levantaron posteriormente, según parece, se evidencia todavía actividad por la salida de gases en el agua. Seguimos un tramo del sendero de 14 km que da la vuelta al cráter, y por primera vez en estos días, el sol se dejó sentir y tuvimos calor hasta el atardecer. En el camino encontramos una especie de epidendrum con pequeñas flores de color violeta oscuro; algunos pies fueron recolectados por Isolde para ampliar la gama de colores del jardín de orquídeas en Chía. Desde el camino se ven las bases de los numerosos volcanes que dominan la región, y los campos de cereales cultivados en los planos entre los volcanes.



Bajamos al pueblo de Cotacachi, famoso por los productos elaborados en cuero. Aprovechamos también para renovar nuestros cinturones en el almacén del señor Torres, uno de los más tradicionales artesanos que con sus 90 años sigue confeccionando sus cueros. Nos dio algunos consejos de como mantenerse activos hasta avanzada edad y pudimos apreciar sus cualidades de hombre de negocios con su enorme casa esquinera en el centro histórico del pueblo, sobre el cruce de las calles más comerciales, y locales que alquila a la competencia.

Esta hermosa región de Imbabura, conocida como la provincia de los lagos, tiene muchos atractivos naturales, geológicos, ambientales, antropológicos y culturales, que justifican el actual plan de declararla como un Geoparque avalado por la UNESCO. Sería el tercer Geoparque en América Latina junto con uno en Brasil y otro en Uruguay.

A nuestro regreso al hostal tuvimos un incidente con un joven en moto quien quiso pasar detrás del carro cuando estábamos abriendo la portada de la finca. En actitud heroica se montó encima de un barranco, perdió el equilibrio y cayó contra la puerta del jeep. Por fortuna la cosa no pasó a mayores, aunque el chino se cascó y alcanzó a abollar la puerta del copiloto. Parece que ha habido varios incidentes del estilo en la vereda, los jóvenes se aburren y dan vueltas el domingo en los caminos a toda velocidad produciendo accidentes. Otro arreglo que tocará hacerle al carrito.

La última jornada en Ecuador inició con lloviznas a lo largo de la Panamericana Norte. El valle seco del río Chota por donde desciende la vía hasta 1500 m.s.n.m. pasa por depósitos volcano-sedimentarios de centenares de metros de espesor que se encuentran muy erosionados. En los planos que se conservan a diferentes alturas, la gente cultiva caña de azúcar en retazos verdes que van hasta el borde del precipicio. La población en este sector es predominantemente negra, son los descendientes de los antiguos esclavos que escaparon a los valles de los ríos Mira y Chota en Ecuador durante la colonia. En el lado opuesto, la carretera asciende en cortes recientes que han sacado para ampliar la vía, donde se puede leer la historia de los depósitos y de la erosión por las capas de materiales de diferente inclinación, espesor y textura, en bandas multicolores que parecen pintadas en la pared. Finalmente se alcanzan los paisajes de colinas redondeadas muy verdes, cubiertos por campos de cultivos, para llegar a Tulcán y salir del Ecuador en el puente de Rumichaca.

El trámite en la Aduana ecuatoriana es muy rápido, pero el ingreso a Colombia requiere de una larga fila de espera. Aunque nos salvamos de las avalanchas de ecuatorianos que viene a Colombia para hacer compras el fin de semana, no logramos salvarnos de las colas de colombianos que entran al país el lunes festivo y en inicio de la Semana Santa. Dos horas más tarde seguimos nuestro rumbo y llegamos a Pasto para nuestro último recorrido de regreso en tierras colombianas.




miércoles, 16 de marzo de 2016

REGRESO POR LA COSTA PERUANA

REGRESO POR LA COSTA PERUANA

En Iquique, puerto salitrero del norte de Chile pasamos un par de días paseando por la ciudad y recorriendo las playas en el sector de Cabancha. Nuestro anfitrión del hostal donde pernoctamos nos llevó al ZOFRI, la zona franca donde venden de todo a precios económicos. Aprovechamos para reponer la cámara que ya no da más y tardíamente compramos unos binoculares para observar pájaros y reconocer las rutas a la distancia.



Iquique está plagado de carros viejos de todas las marcas que llegan importados sin aranceles al puerto libre. Ya no caben en las calles donde no se encuentra un lugar para estacionar, por eso nuestro Vitara durmió cómodamente en el garaje de la pensión antes de emprender el viaje de regreso.

Hicimos una visita a la corbeta Esmeralda, un museo dentro de una réplica de la embarcación chilena que fue hundida por los peruanos frente a Iquique durante la Guerra del Pacífico. En esa acción murió el almirante Prat con varios de sus hombres por no querer rendirse. El jefe de la marina peruana era Grau, quien con el acorazado Huascar hundió de tres embestidas la frágil corbeta. Este barco es expuesto hoy en día en Concepción, para deshonra de los peruanos, después de perder la siguiente batalla. Cada uno de los héroes recibe en su respectivo país los honores póstumos con nombres de plazas y avenidas. Sin embargo queda la sensación de que aquello fue una confrontación fratricida que dejó hasta hoy en día muchos rencores aún no resueltos. Como resultado final, Chile invadió Perú hasta más allá de Lima, quedando en definitiva con las regiones de Iquique y Arica que eran peruanas.

Salimos del país por la frontera de Arica que lleva a la ciudad de Tacna. Los recelos entre los dos países se sienten principalmente en el puesto fronterizo de entrada al Perú donde las colas para la inmigración son larguísimas y donde revisan "minuciosamente" los equipajes con escaner. Isolde fue retenida cuando intentó ingresar dos tomates, un cocombro y una manzana a territorio peruano. Cuando exigió que se los devolvieran para comerlos, salió a relucir el decreto supremo No. 032-2003-A6, artículo 65, que prohíbe el ingreso de frutas y verduras frescas desde Chile. Al preguntar que iban a hacer con los productos, el guardia le respondió que serían destruidos. Isolde sospechó y comentó irónicamente que con ácido clorhídrico (componente de los jugos gástricos). Antes que se produjera un conflicto internacional, el guardia resolvió pesar los productos y escribir un Acta de Rechazo por el  decomiso en el que constaba el peso de cada uno de los productos. En total, entre vueltas, ventanillas, ingreso de vehículo e intento de contrabando, el paso por la frontera duró casi tres horas.

Bienvenidos al Perú, el contraste con Chile es muy fuerte, nos recuerda que estamos en un país en un estado de desarrollo muy inferior al de su vecino. Las ventajas son su fantástica historia precolombina y la conservación de muchas tradiciones indígenas y mestizas. En Tacna llegamos a la clausura del Carnaval donde miles de personas asisten a un recorrido de 14 km que dura todo el día, en comparsas que vienen de Chile, Bolivia y Perú, entre otros, los ganadores del carnaval de Oruro, el más famoso del mundo andino.




De Tacna fuimos a Arequipa en un viaje por los desiertos de la costa con paisajes muy variados, entramos a Moquegua para almorzar en la Plaza de Armas de estilo colonial. Llegamos a Arequipa por una vía que asciende por encima de 3000 m.s.n.m. bajo la gigantesca mina de cobre Cerro Verde. Impresiona el dique que cierra un gran cañón, construido para retener las aguas contaminadas de relave. Más abajo, sobre el mismo valle existe el nuevo sistema de tratamiento de aguas servidas de la ciudad. Esta zona es altamente sísmica, esperamos que no ocurra un accidente en este lugar sensible.




Nos quedamos un par de días en Arequipa para hacer mantenimiento del vehículo. Queríamos hacer el viaje al valle de Andagua, un fabuloso geoparque donde se pueden ver decenas de conos volcánicos perfectos alineados a lo largo de una falla. Sin embargo el diagnóstico del taller sobre el desgaste de los amortiguadores y la falta de repuestos y llantas de nuestra marca en el Perú, nos obligaron a desistir de esta empresa. El recorrido son en total unos 300 km por carreteras destapadas que además se encontraban en mal estado por las lluvias. Será en otra ocasión, seguimos por la Panamericana hacia el norte. Más tarde en Ecuador nos dimos cuenta que la revisión del vehículo en el taller El Cisne, concesionario de Chevrolet fue una farsa, lo único que logramos , además de un diagnóstico sin revisión, fue la lavada de carro más cara de toda la vida.

 Continuamos, pues, hacia Nasca en un viaje de más de 500 km por desiertos costeros donde abundan las zonas de dunas que producen "enarenamiento" de la vía. Los vientos del mar son muy fuertes y elevan las partículas de arena que golpean el carro y según nos dijo alguien, son capaces de borrar el número de la placa del vehículo. Debemos poner mucha atención en la conducción, las ráfagas hacen perder fácilmente el control, sobretodo cuando cruzamos los camiones que circulan a alta velocidad. Este tipo de paisaje es utilizado por la organización Dakar para sus carreras extremas en los desiertos costeros del Perú. Los carros entran a los campos de dunas con 10 libras de presión en las llantas para aumentar la fricción y evitar que se hunda, el truco es mantener en permanente aceleración el vehículo. Hoy en día estas regiones que antiguamente eran el asiento de civilizaciones extraordinarias solamente sirven como escenario para este tipo de juegos y muy cerca a ellos, para la minería.



Pernoctamos en Nasca una noche y continuamos el viaje hasta Lima. A partir de Ica se pasa por valles fértiles de los ríos Ica, Pisco y otros, cultivados intensamente en sistemas agroindustriales. Se produce algodón, caña, maíz, uvas y muchos otros productos. Sin embargo el desorden y el mugre están presentes por todos lados donde vive la gente, en el camino nos acompañan los olores de la basura en descomposición, aguas negras y pesticidas, lo que hace que cruzar esta región del Perú no es agradable y nos recuerda que es un país de grandes culturas milenarias pero con un presente social deplorable.


En uno de los feos pueblos que debemos cruzar en esta ruta, llenamos el tanque del carro. Al salir del pueblo después de una curva forzada, tremendo operativo policial de control de vehículos. En Perú es obligatorio llevar las luces encendidas durante el día y claro, recién salido del "grifo" se nos olvidó el detalle. La policía hizo evidentemente signos perentorios de parada. Un par de agentes gordos que sudaban del calor con sus prendas policiales nos dieron a conocer el crimen que habíamos cometido y comenzaron a sacar la libreta de multas. Tratamos de convencerlos que nos dejaran seguir, la infracción no parecía muy grave y el descuido había sido involuntario. El argumento menos apropiado fue decir que en Chile nos pasó lo mismo y la policía simplemente revisó el estado de las luces, nos recomendó mantenerlas encendidas y listo. Para un peruano ese tipo de comparaciones con los chilenos es una ofensa!

El sudoroso policía, con los papeles colombianos de Sergio en mano, seguía esgrimiendo su libreta y el lápiz pero no se decidía a escribir. Era claro que esa multa no sería cancelada por los extranjeros. Cuando comenzó a hablar sobre el calor que estaba haciendo y la sed que tenía, Isolde supo por donde iba la cosa. Rápidamente llegó la propuesta de olvidar el parte pero que nos manifestáramos con un "cariño". Isolde contestó tajantemente que no habría ningún cariñito, pensando en el lío que nos podrían armar por intento de soborno. Ante la terquedad de los infractores, el hombre se retiró con los papeles y vino el jefe en persona, aún más gordo y acalorado que el anterior. Ya un poco menos autoritario pidió humildemente una colaboración para calmar la sed. Isolde le contestó que con mucho gusto le ofrecía un vaso de agua, de la misma que estábamos tomando nosotros que para esa hora estaba ya tibia. No, necesitamos bebida helada, agua tibia, no! Finalmente, ocurrió lo que tenía que ocurrir: tome sus papeles y que por esta vez pase!

Antes de llegar a Lima se tiene la muestra palpable de las grandes diferencias sociales que existen en el país. Los asentamientos de cambuches miserables al lado derecho de la vía que da hacia las lomas en pleno desierto, contrastan con las construcciones de condominios y ciudadelas "Resort" del lado izquierdo con vista al mar. Por decenas de kilómetros este fenómeno impresiona, los limeños que van a las playas dan la espalda a la población desplazada que sobrevive a pocos metros de distancia. Esto ocurre en otras partes, Cartagena no se queda atrás.



Para evitar la tragedia de entrar a la ciudad de 10 millones de habitantes al garete, reservamos una habitación en un hostal en el barrio residencial Miraflores. Logramos cruzar por las vías "expres" el sur de la ciudad antes del inicio de la hora "punta" de las 6 p.m., cuando está en su furor con un tráfico que se parece al que se sufre actualmente en Bogotá. El hostal tenía un espacio para estacionar, estuvimos de suerte que estaba libre y el carro se quedó ahí todo el tiempo que permanecimos en la ciudad.

En Lima visitamos un extraordinario museo de minerales en la plaza San Martín. Reconocemos la riqueza del Perú en elementos muy raros como Vanadio, Talio, Wolframio, Antimonio y otros, contenidos en varios minerales que fueron descubiertos en el país. Las muestras que están expuestas son de gran belleza, da lástima que la minería convierta algo tan bello en destrucción y contaminación ambiental.







El calor en Lima es muy húmedo, recorrimos la parte alta de los acantilados en los barrios de Barranco y Miraflores, a lo largo de un paseo con jardines que recibe la brisa del mar. En la parte baja del barranco, entre las paredes y la playa, pasa una autopista de doble calzada. Metido en medio de esto, montaron un club exclusivo con piscina, canchas de squash, restaurante, etc. que sorprende por lo inapropiado de su ubicación. Los transeúntes que van a la playa pasan por un puente encima de las bancas donde se acuestan los socios y las socias para asolearse.



La salida de Lima hacia el norte el día sábado fue un desastre. La información que "botó" Google maps nos llevó por la Costanera al puerto de El Callao desde donde debía existir una comunicación a la panamericana Norte fuera de la ciudad. La sorpresa es que este proyecto todavía no existe y tuvimos que hacer un recorrido en óvalo por la parte norte de Lima y los pueblos aledaños hasta encontrar nuevamente la ruta. La salida es supremamente lenta pues hay semáforos cada rato sobre la vía, consecuencia del crecimiento desordenado y expansivo de la ciudad hacia los pueblos vecinos. Después de 50 km de recorrido y casi dos horas de tráfico logramos salir de Lima y tomamos rumbo por fin hacia el norte.

En medio de la vía en pleno desierto vimos un espectáculo deplorable de la politiquería en plena campaña electoral para la Presidencia y el Congreso de Perú 2016. Miles de personas humildes son traídas en buses y mototaxis a lugares lejanos a todo, donde reciben esteras y palos para construir pequeños cambuches en el terreno asignado por los urbanizadores que deben ser piratas, en parcelas donde quedará su vivienda. A lo largo de decenas de kilómetros observamos los camiones con los materiales y las filas de gente para recibir su derecho en este fin de semana previo al final de las campañas electorales. El resultado son unos pequeños cubículos de estera que se esparcen a lado y lado de la vía por muchos kilómetros y que son la prenda de garantía contra el voto.

A lo largo de la costa peruana este fenómeno se repite. Miles y miles de cambuches abandonados se esparcen a lado y lado de la ruta panamericana en el desierto. Al final, solamente queda el letrero con el nombre de la Asociación de Vecinos o Campesinos propietarios de esos terrenos que jamás recibirán los servicios para instalarse en esos terrenos baldíos. El proceso se debe repetir cada vez que hay elecciones y la gente, en la ignorancia, sigue votando por estos miserables.



Solamente en la vecindad de los pueblos o las ciudades que cruza la vía Panamericana a todo lo largo del país, se han podido desarrollar mal que bien algunos de estos barrios de miseria. Las condiciones de vida de la gente son deplorables y conviven con montañas de basura y escombros que son tirados a la vera del camino, en un espectáculo deplorable de suciedad y abandono, signo de corrupción e ineptitud de los gobernantes.

En contraste, los valles fértiles vecinos que reciben o recibirán agua por medio de distritos de riego no se ve ningún rancho. Se lee el aviso de Propiedad Privada y el nombre de la empresa beneficiaria del proyecto agroindustrial que se establecerá allí. La topografía favorable de los valles que lleva el agua por gravedad, permite que estos proyectos sí tengan futuro aún a costo de grandes inversiones.
El desierto en algunos programas ambiciosos se está cultivando con el agua proveniente del deshielo de las altas montañas de la cordillera que es trasvasada a ciertos sectores por medio de túneles y grandes canales de conducción. Estos programas tienen como protagonista su respectivo cacique político, en la época actual de elecciones el candidato saca a relucir los logros.


De Lima viajamos 200 kilómetros a Barranca y nos quedamos en el pueblito agroindustrial de Supe, en un mal hotel para visitar de paso la Ciudad Sagrada de Caral. Se trata de un complejo arqueológico de proporciones gigantescas con varias pirámides monumentales y numerosos complejos a lo largo del valle del río Supe que desciende de la parte alta de la cordillera. Se considera que se trata de la civilización más vieja de América con 5000 años de antigüedad. Es equivalente en el tiempo a la cultura de Mesopotamia y a la más antigua de China. Quedamos maravillados con los descubrimientos y la riqueza histórica de este país.



De allí en otro día de largo viaje llegamos a Trujillo y buscamos el hostal conocido en el vecino pueblo de Huanchaco. Antes de culminar el viaje de ese día, nuestro Vitara recibió un impacto de piedra que soltó un camión al pasar. El golpe nos asustó y el parabrisas quedó desportillado, pero por fortuna no alcanzó a romperse el vidrio. Gajes del oficio, en Colombia tendremos que hacer algunas reparaciones, el carrito ha sufrido ya algunos golpes y magulladuras, pero sigue firme.

En el camping del hostal preparamos la comida y al día siguiente fuimos a hacer también el desayuno. Nos encontramos con varios jóvenes viajeros de diferentes nacionalidades con quienes comenzamos a charlar: una pareja de frenceses estudiantes de arquitectura, una pareja de alemanes, ella viene de Kempten. La charla se hizo cada vez más amena, en los tres idiomas, compartimos experiencias y nos sentimos mochileros entre los mochileros. Por fin decidimos salir de viaje casi a mediodía.


Finalmente, en un recorrido rápido de dos días de viaje pasamos por Piura y nos dirigimos a la frontera con Ecuador por la ciudad de Tumbes. A medida que subimos hacia la zona ecuatorial, el cielo se torna más gris y los desiertos comienzan a cubrirse con pastos, primero raquíticos y más adelante bastante frondosos. En estos días ha llovido en la zona e inclusive la vía y algunos pueblos del camino han sido taponados por avalanchas de barro.

En los grandes valles, los ríos llevan caudales importantes y aparecen extensos cultivos de arroz y banano. Por último, los desiertos peruanos y chilenos quedan en el recuerdo; pasando Tumbes, cerca a la frontera con Ecuador, entramos a unos paisajes que nos recuerdan bastante algunas zonas cálidas del valle del Magdalena con vegetación cada vez más frondosa.

Entramos a Ecuador por la frontera de Huaquillas, e inmediatamente sentimos cierto descanso. El desorden peruano no tiene punto de comparación con el ambiente progresista y pujante que se vive en la región de Machala. Entramos a la mayor zona productora de banano que hace de Ecuador el primer productor mundial de esta fruta tropical.

Recorrimos en total más de 2500 kilómetros por la costa para atravesar Perú de sur a norte desde 18° hasta 4° de latitud sur, nos faltan 8° para llegar a la casa.