viernes, 25 de marzo de 2016

LA ZONA ECUATORIAL MÁS VERDE QUE NUNCA

LA ZONA ECUATORIAL MÁS VERDE QUE NUNCA

El paso por la frontera entre Perú y Ecuador ha sido la pesadilla de muchos viajeros. Tradicionalmente en este punto los chantajes, las estafas y todo tipo de acciones delictivas eran el pan de cada día. Hoy en día, después de la guerra que confrontaron los dos países por extensos territorios en el vecino Amazonas en los años 80, con la paz llegaron los acuerdos que incluyeron el control fronterizo binacional. Se construyeron  dos complejos modernos a cada lado de la frontera (los recelos territoriales no permitieron hacer uno solo), que ya funcionan desde hace pocos años. Sin embargo, aunque el proceso de migración se hace en ventanillas vecinas, entender en qué lado de la frontera hay que hacerlo requiere de varias idas y venidas. Por fin entendimos que la salida de Perú se hace en Ecuador y la de Ecuador en el Perú.

Dentro de las instalaciones también está el control de Aduana, pero encontrar las oficinas para la salida y entrada del vehículo requiere otro tiempo de averiguaciones y paciencia, cualidad poco conocida por Sergio. Claro, la pelea interna es tremenda, lo que sigue es donde cambiar soles por dólares, pues no existe ningún lugar de cambio de divisas en la frontera. Unos kilómetros más adelante, en un control  recibimos la bienvenida por parte de un gentil policía ecuatoriano quien nos informa que el mejor lugar para cambiar plata es el pueblo de Huaquillas, antiguo paso fronterizo. Después de otro ensayo y error en el siguiente pueblo, resolvimos devolvernos y por fin llegamos a la zona del mercado, lugar que parecía poco confiable para este tipo de transacciones. Isolde se hizo acompañar por un policía y logró cambiar con éxito los soles peruanos a buen precio.

Continuamos nuestro camino por las plantaciones de banano que se extienden con su color verde plátano hasta donde alcanza la vista. Se entra a Machala, localizada a 80 kilómetros de la frontera por una gigantesca autopista de cemento de ocho carriles. Los centros comerciales, los concesionarios de vehículos, las empresas agrícolas y de maquinaria se suceden a lo largo de varios kilómetros. La ciudad moderna da la impresión de prosperidad y limpieza, pero a medida que entramos al centro más viejo, el ambiente es más caótico y ruidoso. Después de dar vueltas conseguimos por fin un alojamiento con parqueadero que nos sorprendió por lo tranquilo a pesar de estar cerca a las estaciones de buses. La nota fea fue la gran cantidad de insecticida repartido por el cuarto. Será mejor el veneno o el riesgo de zika u otra enfermedad tropical transmitida por los zancudos?


De Machala buscamos la vía para ir a Riobamba; queríamos subir pronto a la sierra y dejar los calores del trópico. A la salida de la ciudad resolvimos detenernos en un almacén de llantas donde tenían nuestra referencia y no había clientes en espera. De una vez compramos dos llantas que fueron instaladas en la parte delantera, las de adelante pasaron para atrás y las otras dos fueron desechadas por cumplir su vida útil después de 80.000 km de recorrido. Salimos felices como marrano estrenando lazo, el tema de las llantas nos tenía preocupados desde hacia varios días.

En el camino nos paró la policía en un control. La pregunta que no nos esperábamos fue: porque tiene película en los vidrios del carro? Sergio respondió: en Colombia es permitido y lo recomiendan por seguridad. En Ecuador está prohibido, se le ocurrió explicar al agente. Nosotros estamos de paso para Colombia. Isolde, experta en estas lides, desvió la conversación para solicitar información sobre la ruta a Riobamba que fue dada de manera ágil, el agente olvidó su reclamo y pudimos seguir el camino. Unos pocos kilómetros más adelante nos pasó una comitiva oficial con grandes camionetas, todas con vidrios polarizados!

En una estación de gasolina se nos ocurrió pedir confirmación sobre el camino a Riobamba. La empleada nos dijo que la vía normal estaba cerrada por la caída de un puente ocurrida días anteriores debido a la creciente de un río! Estamos en la zona donde el Fenómeno del Niño se manifiesta con lluvias más intensas de lo normal. Menos mal averiguamos y pudimos tomar a tiempo una ruta alterna que sube de la planicie costera al pueblo de Alausi. A medida que nos acercamos al piedemonte comenzó a llover, la carretera asciende la cordillera en una vía estrecha dentro del bosque sobre el precipicio. Empezamos a atravesar el primer cinturón de nubes que se metían por los cañones y formaban una neblina tan espesa que no se veía el camino. Subimos en estas condiciones a paso de tortuga durante una buena hora hasta que por fin salimos de esta capa de nubes y llegamos sin contratiempo al pueblo situado a 2350 m.s.n.m. Sentíamos el carro muy duro y pensamos que definitivamente los amortiguadores habían sacado la mano. Desde allí, tomamos la vía Cuenca - Riobamba y llegamos a nuestro hostel conocido a las 5 p.m. para descansar de un mala noche y un día azaroso de viaje.

Aprovechamos la estadía en Riobamba para revisar la suspensión. Un excelente mecánico amigo de nuestros anfitriones revisó el carro e informó que los amortiguadores estaban bien, sospechó que con el cambio de altura la presión de aire en las llantas podría estar muy alta. Cuando revisamos el aire, las dos llantas nuevas tenían más de sesenta libras de presión, el doble de lo normal. El bruto de Machala las dejó como para las carreras de piques y por lo tanto el carrito brincaba más de lo normal, situación peligrosa para una ruta de montaña como la que hicimos ayer. Corregido el error el tema mecánico quedó resuelto en cuestión de minutos.

Con la noticia del buen estado del vehículo nos fuimos a reconocer el Parque Nacional del Chimborazo (6310 m.s.n.m.), por una vía que muy cerca de Riobamba sube hasta 4800 m.s.n.m. y permite acercarse a la nieve por el camino del refugio de alta montaña. En los cortes de la carretera se ven las diferentes capas de cenizas de las erupciones volcánicas que han depositado materiales en la región. Cuando llegamos a la entrada del parque a 4300 m.s.n.m., las nubes cubrían toda la montaña y comenzó a llover. Decidimos seguir de largo y llegar al pueblo de Guaranda a 2660 m.s.n.m. Es un antiguo asentamiento precolombino de la cultura Puruháe, fundado por los españoles a mediados del siglo XVI, lugar muy propicio a mitad de camino entre la costa y los altiplanos de la sierra, con excelentes suelos volcánicos y clima húmedo, hoy cubierto de cultivos de maíz, papa y abundante pasto para el ganado. Se llega a esta hermosa región después de pasar los desiertos de altura del Chimborazo.




La gente en este pueblo es muy amable, recibimos información sobre los lugares de interés para visitar y almorzamos en un rico restaurante en el Parque Principal donde viene "todo lo que es oficina" municipal y educativa. De Guaranda visitamos el pueblo de Salinas situado a más de tres mil metros de altura. Allá existe una comunidad cooperativa que con la ayuda de un mecenas suizo y los padres salesianos lograron crear microempresas lácteas y agrícolas. Producen unos famosos quesos maduros de marca El Salinerito que exportan y se han dado a conocer en otros países. De Europa vienen jóvenes para hacer voluntariados con la gente de la región en temas ambientales y empresariales. El municipio se extiende desde los 800 hasta los 4300 m.s.n.m. y tiene unas salinas que también han sido explotadas de manera artesanal desde hace siglos.



Al día siguiente tomamos rumbo a Otavalo por al vía Panamericana dejando Quito a un lado. El callejón andino es un poco menos húmedo que las vertientes externas de la cordillera, sin embargo estamos en época de lluvias y todos los volcanes estaban cubiertos por un espeso manto de nubes, por encima de los 4000 metros de altura. Desde Riobamba los pueblos se suceden uno tras otro, cruzamos por la ciudad de Ambato al pie del Tunguragua, luego Latacunga al pie del Cotopaxi que ya está calmado. Finalmente, por el valle de Los Chillos dejamos Quito y el Aeropuerto. Pasamos por Cancagua donde se cruza la línea ecuatorial, latitud 00°00'00'' y entramos por fin al hemisferio norte.


En el camino debimos engrosar durante muchos kilómetros la caravana de la Virgen que con escolta policial se dirigía a paso de tortuga hacia Otavalo. Los agentes impedían que los carros cometieran el sacrilegio de sobrepasar la procesión, de tal manera que se formó una cola de varios kilómetros a lo largo de la vía que en el sector es estrecha y llena de curvas. Por fin, al atardecer llegamos a Otavalo por la doble calzada que permitió el paso de la romería, bordeando la base del volcán Imbabura. Buscamos el hostal campestre situado a unos 5 km en las laderas frente al pueblo, donde queríamos pasar los últimos dos días en el campo para caminar por las montañas de los alrededores.


Al día siguiente aprovechamos para visitar Otavalo después de una agradable caminata de una hora desde nuestro refugio. Por ser día sábado, mucha gente indígena de los alrededores baja al mercado y se vive un ambiente muy interesante. En las calles y en la plaza se encuentra todo el mundo, como sabemos los otavalos mantienen sus costumbres y tradiciones de manera digna. Las mujeres de todas las edades andan con sus vestidos de color oscuro y blusa blanca con adornos de vivos colores, el pelo negro y largo recogido en la punta con una cinta, y alpargatas. Algunas llevan un pequeño chal que se colocan terciado encima de la blusa, y caminan con tanta elegancia que da gusto verlas. Los hombres se caracterizan por su trenza muy bien elaborada, pantalones y camisa de algodón blanco, ruana azul y sombrero oscuro. Los niños portan desde chiquitos la trenza y también se muestran bien orgullosos de su apariencia.


Al mismo tiempo se nota que en este pueblo existe una gran apertura de espíritu, las prendas tradicionales de la mayoría se mezclan con atuendos menos tradicionales aunque en general conservan las cabelleras y los peinados. Y en tecnología no se quedan atrás con los smartphones que utilizan jóvenes y viejos, la mayoría se escucha hablar en quechua. Como es un pueblo comerciante, muchos viajan por el mundo vendiendo textiles y prendas elaboradas en sus telares, el mercado tradicional en la plaza de los Ponchos se mantiene todos los días activo, pero ya se ve mucha mercancía de tipo industrial. Entre los artesanos hay jóvenes que con un pequeño telar manual confeccionan en minutos manillas con nombres para los turistas. Aprovechamos la ocasión para colocarnos las insignias de Isolde y Suramericarro, por un dólar.


El pueblo es mucho más ordenado y limpio de lo que recordamos de un viaje en los años 80, la plaza de mercado presenta todo tipo de productos vegetales y animales que se ven apetitosos, aunque todavía nos aconsejan ir a almorzar a un restaurante típico más limpio donde se ofrece el asado de chancho con mute, empanaditas de plátano, tortilla de papa amarilla y chicha, plato conocido como yamor.

El domingo nos levantamos temprano y subimos con el carro a las lagunas de Mojanda a 3700 m.s.n.m., apenas 10 km arriba de nuestro alojamiento. Aunque llovió por la noche y amaneció nublado, logramos subir entre el viento y la neblina al pico Fuya Fuya de 4250 m.s.n.m., por un camino de páramo muy húmedo y empinado, sobre un piso negro muy resbaloso. En recompensa, las nubes se disiparon en los alrededores y tuvimos una vista despejada de los lagos y los valles inferiores. Los volcanes nevados y la ciudad de Quito no se pudieron ver por la capa persistente de nubes que se mantuvo todo el día.



Por la tarde nos dirigimos a la laguna Cuicocha que es una enorme caldera de 3 km de diámetro a 3000 m.s.n.m. en la base del volcán Cotacachi de 4900 m.s.n.m. Según las informaciones, corresponde al colapso de un cráter lateral después de un proceso eruptivo que culminó hace tres mil años. El lago tiene dos islas que son conos secundarios que se levantaron posteriormente, según parece, se evidencia todavía actividad por la salida de gases en el agua. Seguimos un tramo del sendero de 14 km que da la vuelta al cráter, y por primera vez en estos días, el sol se dejó sentir y tuvimos calor hasta el atardecer. En el camino encontramos una especie de epidendrum con pequeñas flores de color violeta oscuro; algunos pies fueron recolectados por Isolde para ampliar la gama de colores del jardín de orquídeas en Chía. Desde el camino se ven las bases de los numerosos volcanes que dominan la región, y los campos de cereales cultivados en los planos entre los volcanes.



Bajamos al pueblo de Cotacachi, famoso por los productos elaborados en cuero. Aprovechamos también para renovar nuestros cinturones en el almacén del señor Torres, uno de los más tradicionales artesanos que con sus 90 años sigue confeccionando sus cueros. Nos dio algunos consejos de como mantenerse activos hasta avanzada edad y pudimos apreciar sus cualidades de hombre de negocios con su enorme casa esquinera en el centro histórico del pueblo, sobre el cruce de las calles más comerciales, y locales que alquila a la competencia.

Esta hermosa región de Imbabura, conocida como la provincia de los lagos, tiene muchos atractivos naturales, geológicos, ambientales, antropológicos y culturales, que justifican el actual plan de declararla como un Geoparque avalado por la UNESCO. Sería el tercer Geoparque en América Latina junto con uno en Brasil y otro en Uruguay.

A nuestro regreso al hostal tuvimos un incidente con un joven en moto quien quiso pasar detrás del carro cuando estábamos abriendo la portada de la finca. En actitud heroica se montó encima de un barranco, perdió el equilibrio y cayó contra la puerta del jeep. Por fortuna la cosa no pasó a mayores, aunque el chino se cascó y alcanzó a abollar la puerta del copiloto. Parece que ha habido varios incidentes del estilo en la vereda, los jóvenes se aburren y dan vueltas el domingo en los caminos a toda velocidad produciendo accidentes. Otro arreglo que tocará hacerle al carrito.

La última jornada en Ecuador inició con lloviznas a lo largo de la Panamericana Norte. El valle seco del río Chota por donde desciende la vía hasta 1500 m.s.n.m. pasa por depósitos volcano-sedimentarios de centenares de metros de espesor que se encuentran muy erosionados. En los planos que se conservan a diferentes alturas, la gente cultiva caña de azúcar en retazos verdes que van hasta el borde del precipicio. La población en este sector es predominantemente negra, son los descendientes de los antiguos esclavos que escaparon a los valles de los ríos Mira y Chota en Ecuador durante la colonia. En el lado opuesto, la carretera asciende en cortes recientes que han sacado para ampliar la vía, donde se puede leer la historia de los depósitos y de la erosión por las capas de materiales de diferente inclinación, espesor y textura, en bandas multicolores que parecen pintadas en la pared. Finalmente se alcanzan los paisajes de colinas redondeadas muy verdes, cubiertos por campos de cultivos, para llegar a Tulcán y salir del Ecuador en el puente de Rumichaca.

El trámite en la Aduana ecuatoriana es muy rápido, pero el ingreso a Colombia requiere de una larga fila de espera. Aunque nos salvamos de las avalanchas de ecuatorianos que viene a Colombia para hacer compras el fin de semana, no logramos salvarnos de las colas de colombianos que entran al país el lunes festivo y en inicio de la Semana Santa. Dos horas más tarde seguimos nuestro rumbo y llegamos a Pasto para nuestro último recorrido de regreso en tierras colombianas.




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