En la visita al sector del Ventisquero nos cruzamos con uno de los guardaparques de la Reserva Pumalín. Charlamos un rato sobre la historia y el desarrollo del parque y nos invitó para que pasáramos a conocer la casa de la Administración en El Amarillo, una joya de construcción localizada en un promontorio con vistas hermosas sobre el Michinmahuida y las paredes de roca y los picos del Corcovado.
No tuvimos que esperar mucho para cumplir esta cita. La triste noticia del fallecimiento de la mamá de Isolde nos
tomó de sorpresa en este lugar de la Patagonia chilena. Nos enteramos casualmente un par de horas después del suceso cuando nos conectamos a Internet en
el mercado Puma Verde. Con esta noticia buscamos la comunicación por un
medio más directo que el correo, así que acudimos a la Administración del
Parque. Encontramos a Diego, el jefe de guardaparques quien de manera generosa puso a disposición la oficina para que
estuviéramos más cómodos. Agradecimos mucho esta oferta y durante todo el
día estuvimos en diligencias virtuales con el fin de organizar el viaje de regreso.
Al cabo de ocho horas de correos y llamadas a Alemania, Medellín, Bogotá, banca virtual, etc., logramos reservar los vuelos
desde Santiago a Frankfurt vía Bogotá. La época es difícil pues estamos en
alta temporada y los precios son muy altos, no ayuda el cambio del dólar que
está por las nubes. Santiago Pérez nos ayudó a encontrar una forma ágil de
crédito en el banco, así que con el vuelo confirmado teníamos desde ese momento seis días para llegar a Santiago. Afortunadamente en Alemania los entierros se planean con más tiempo que en Colombia, luego de la cremación se había fijado la ceremonia de las cenizas para dos semanas más tarde.
Las instalaciones de la administración son lindísimas, muebles de madera de los alerces muertos, adornados con grabados artísticos en armonía con el medio natural, el mobiliario y los acabados en madera son fantásticos. Tompkins era un perfeccionista, estaba detrás de todos los detalles. Hasta el baño es una obra de arte. Karen, la linda secretaria del Parque, puso a disposición el rincón de cafetería para preparar bebidas calientes y nos dejaron libres para terminar las diligencias después del cierre.
Pasamos esa noche en la carpa del Camping Grande de Pumalín,
al día siguiente nos levantamos a empacar y a emprender el camino de regreso
por el paso de Futaleufú que comunica Chile con Argentina por vía terrestre. En
el camino cruzamos gigantescos ríos y lagos de aguas tan transparentes que parece mentira, llegamos al pueblo de Santa
Lucía cerca a los 44º de latitud, punto más sur de nuestro viaje donde dejamos
la carretera Austral para dirigirnos hacia el noreste en dirección a Argentina.
Entre los ríos está el famoso Futaleufú, conocido coloquialmente como el "Fu", uno de los tres lugares del mundo más
reconocidos para la práctica del kayak con rápidos de alta dificultad. El cambio de temperatura a medida que nos dirigíamos
hacia el este iba en aumento, aparecían fincas con campos de cultivo y pastos
que no existen en el lado chileno. Se sabe que los valles interandinos son más secos que las vertientes externas en regiones húmedas, por efecto de los vientos que descargan la humedad en las partes altas, pero no
esperábamos este fenómeno tan abrupto en esta zona templada. El día soleado alcanzó por la tarde los
30oC, la gente que cruzábamos estaba en actividades de plena temporada de
verano de kayak, rafting y trekking. Nos tocó empezar a quitarnos prendas y gozamos del calor y la ausencia
de tábanos después de varios días de frío y picaduras.
Llegamos a dormir al pueblo del mismo nombre en un
alojamiento familiar en las afueras con el desayuno incluido. Desde allí
cruzamos la frontera a Argentina por el paso que se encuentra apenas a 400
metros de altura. Los hielos de la época glacial en este sector abrieron
profundos valles que atraviesan la Cordillera de los Andes por donde hoy
circulan los ríos desde Argentina hasta el océano Pacífico, en una zona donde
las rocas que afloran son granitos duros que forman paredes inmensas.
El perito Moreno, experto topógrafo encargado por el
gobierno Argentino en el siglo XIX para la delimitación de la frontera con
Chile, demostró en estos sectores que las divisorias de agua no eran la mejor
forma de definir los límites. Con un experimento sencillo de construcción de un
dique, logró devolver las aguas en uno de estos valles bajos y así demostrar
que había que buscar otra forma de resolver el asunto. Con estos argumentos se
llegó al acuerdo que los límites fronterizos serían fijados en las líneas que
unían las altas cumbres. De esta manera Argentina conservó inmensos territorios
de la Patagonia que de otra manera serían chilenos y Moreno es hoy para los argentinos un héroe nacional.
Después de la frontera pasamos por el límite del Parque
Nacional de los Alerces, un bosque menos húmedo que el de Chile con árboles
más pequeños. Llegamos a Esquel a mediodía del sábado, justo para hacer
cambio de divisas antes del cierre de los negocios. Llenamos el tanque del
carro y compramos algunas provisiones para seguir el camino en dirección norte.
Después de conectar con la Ruta 40, paramos ya en la estepa semi-seca
buscando la sombra de algunos pinos para comer el fiambre. Estábamos en el
kilómetro 1700 de la mítica ruta, todavía faltaría esa distancia para llegar a al
Estrecho de Magallanes y estábamos a 3500 km de su inicio en la frontera con Bolivia donde pasamos unos meses atrás.
Seguimos hacia el norte por vía pavimentada aunque algo
estrecha, que sube y baja colinas en alturas
comprendidas entre 300 y 800 m.s.n.m., en los piedemontes andinos. Se pasa por El Hoyo y el Bolsón,
pueblos con mucha influencia hippie que se encuentran en los valles bajos. En
esta época ofrecen todavía cerezas y frambuesas en esta latitud, lo que equivale al final de la primavera en los sectores más al norte. Cruzamos por la ruta muchos jóvenes algo desarrapados que van caminando con sus morrales y echando dedo en busca de transporte.
Por la tarde llegamos después de un largo viaje a Bariloche que está situado a 800 m.s.n.m. en el borde de uno de los grandes lagos y al pie de montañas de 2000 metros donde se practica el esquí en invierno.
Entramos a la ciudad por el lado norte en búsqueda de gasolina pues la estación
de servicio de la vía no tenía combustible. La ciudad es un hervidero de gente
en esta época de verano, media Argentina se concentra allí para gozar de las
montañas y de los hermosos lagos del Parque Nahual Huapi. Buscar un alojamiento
allí era imposible, así que decidimos continuar la ruta hacia la ciudad de
Junín de los Andes, 250 kilómetros más al norte.
La carretera poco a poco quedó sola, pasando por parajes desolado. Los impresionantes
paisajes de las estepas y los cañones secos nos acompañaron varias horas. El
lago Nahual Huapi desemboca en un río gigantesco que corre en el fondo de este
cañón y se une a otros ríos provenientes de las montañas altas de la
cordillera. En Confluencia, otro río gigantesco se une al anterior y forma un
extenso valle inundado pues son embalsados para la producción de
energía que desde la provincia de Río Negro abastece el este del país.
Durante horas manejamos al lado de estos gigantescos cuerpos
de aguas azules hasta que vino la noche. Durante dos horas más condujimos en la
oscuridad para llegar por fin a Junín a las 11 p.m. Buscamos alojamiento y
absolutamente todos los lugares estaban llenos. Nos dirigimos entonces a la
zona de camping con la desagradable sorpresa que se encontraban con las
puertas cerradas. Finalmente logramos abrir un portón y con toda la pena nos
instalamos en un lugar disponible para cocinar unas pastas y pasar el resto de
la noche.
Al siguiente día nos levantamos, desayunamos y empacamos. Nos sorprendió la cantidad de polvo que se levantaba en el sitio, todo estaba
impregnado por un material muy fino. Nos presentamos en la portería y nos
disculpamos por la entrada fuera de las horas de servicio. Los dueños nos
atendieron con mucha amabilidad y discutimos un rato sobre las condiciones del
camping. Aquí nos enteramos del grave impacto por caída de cenizas finas que
llegaron del volcán Calbuco en la erupción del mes de abril. Por la distancia y
los vientos, en este lugar se depositó una capa de varios centímetros de un
polvo tan fino que parece talco. No hay forma de evitarlo, si está seco lo
lleva el viento y los automóviles, entra a todas partes y afecta la respiración.
Si llueve se aplaca temporalmente pero forma un barro pegajoso que al secarse
vuelve a convertirse en ceniza volante. La gente se tiene que resignar y deberá vivir con esto
durante varios años, antes que el agua y el viento terminen por lavar el
territorio. El día de la caída de cenizas, el cielo se oscureció, no se veía a pocos metros
de distancia, las fotos muestran una neblina densa cargada con material sólido.
Por el paso de Mahuil Malal al pie del volcán Lanín cruzamos de nuevo a Chile. El viaje hasta el Parque Lanín dura varias horas y termina en una vía en ripio con espantosas "calaminas", ondulaciones que hacen vibrar el vehículo y sacude a los pasajeros. Almorzamos al pie de gigantescas araucarias en un sector del parque con mesas para el fiambre, pero nos impresionó nuevamente la presencia de las cenizas finas. Desde allí hasta la frontera el viento levanta polvaredas de este material, los niños de una familia se divertían levantando el polvo con los pies y desaparecían detrás de la nube.
La entrada a Chile implicó una aduana con requisa, tuvimos que bajar todas las maletas. Los chilenos prohíben la entrada de frutas y legumbres, ciertos alimentos preparados, materiales biológicos y todo aquello que pudiera afectar sus cultivos. Entretanto charlamos con el aduanero que nos atendió, un hombre maduro que nos preguntó sobre nuestros planes. Le contamos el motivo del regreso y nos alertó sobre la necesidad de hacer las averiguaciones necesarias para el viaje de salida en avión desde Santiago, pues nuestro ingreso a Chile era con vehículo. Nos recomendó dirigirnos directamente al aeropuerto para informarnos sobre los trámites y recomendó que lo hiciéramos con tiempo, la administración en Chile puede generar demoras. Otra pata que le sale al cojo!
Descendimos por los hermosos paisajes de bosques de araucarias y coigües que habíamos recorrido semanas antes y pasamos por Pucón y el volcán Villarrica. En este momento ya estamos en alta temporada, los alojamientos comienzan a ser difíciles de encontrar. Seguimos el camino para conectar con la Ruta 5 en dirección norte cerca a Temuco y condujimos toda la tarde para acercarnos lo más posible a Santiago.
Antes del anochecer resolvimos parar a buscar alojamiento en un pueblo agroindustrial llamado Cabrero, entre las ciudades de Los Angeles y Chillán. Pensamos que era más fácil que en las ciudades, y afortunadamente después de dos búsquedas infructuosas por estar lleno o cerrado, llegamos a un cómodo hotelito de una maestra pensionada que nos recibió muy amablemente.
Este pueblo es el centro de una industria de maderas Masisa, fabrican entre otras puertas y ventanas para la exportación, y es una de las regiones frutícolas más productivas de Chile. El tren pasa por el pueblo y comunica con el puerto de Concepción a 80 km hacia el oeste.
Después de un rico desayuno seguimos nuestro viaje por la autopista hacia el norte. Llegamos a Santiago a la 1 p.m. y buscamos la vía para el aeropuerto que esta a 20 km de la ciudad. Nos dirigimos a la Aduana y por casualidad nos abrió el jefe de la oficina, quien nos informó sobre el trámite a seguir para salir del país sin el vehículo. La norma obliga a que un residente en Chile se quede a cargo del carro y debe venir a firmar los papeles de entrega en la aduana! Al escuchar nuestro caso, el hombre nos dio la opción de buscar el lugar de estacionamiento y traer la dirección y los datos del propietario, sin la presencia personal.
Salimos con esa ardua tarea, Isolde propuso que buscáramos un pueblo en los alrededores para dejar el carro sin entrar a la ciudad. Nos dirigimos a un lugar llamado Lampa, a unos 30 km. La zona es rural y campesina, pero el pueblo es una aglomeración de gente humilde que trabaja en la capital. Pronto nos dimos cuenta que este no era el lugar, un amable tendero a quien preguntamos por un alojamiento nos recomendó que fuéramos a un Motel, solución algo insegura para nuestro caso!
Con un mal mapa nos dirigimos hacia el norte de Santiago, zona que habíamos visto a nuestra entrada a Chile como más turística. Pasamos por lindos condominios campestres y llegamos al pueblo de La Colina. El lugar nos sorprendió por ser una comuna muy agitada, con el tráfico y el ruido insoportables. Preguntamos en una tienda sobre alojamientos y una señora nos recomendó que no nos quedáramos allí. En este sector están las cárceles de Santiago y el pueblo es muy inseguro. Nos recomendó que nos fuéramos a las Termas de La Colina, donde había un hotel bueno en un lugar seguro. Ya eran las 8 p.m. así que seguimos las indicaciones y 20 km más adelante por carreteras estrechas llegamos a un hermoso paraje en pleno campo, al lado de una Guarnición del Ejército. El hotel es Militar, las instalaciones impecables y además con derecho a tratamiento termal.
Estábamos preocupados como resolver el tema del carro, solo nos queda un día y medio para ello. Isolde se iluminó cuando recordó que en una ocasión llegaron al Colegio Andino unos alemanes con un problema similar y ella intervino en la organización del asunto. A buscar, pues, el Colegio Alemán de Santiago para ver si podemos dejar el carro allá.
A la mañana siguiente resolvimos organizar todo el equipaje para llevar las cosas que necesitamos en el viaje y dejar listo el carro con lo que se queda, mientras logramos comunicación. Por teléfono llegamos a la Portería pero fue imposible encontrar al Jefe de Servicios por este medio. Nada que hacer, vamos personalmente, tal vez la cara del santo haga el milagro. El colegio está en vacaciones y las instalaciones se cierran a la 1 p.m.
Con las indicaciones de Google Maps pintadas en un papel a 40 km de nuestro destino, salimos del oasis sin tomar el baño termal, no estamos en este momento para eso. Todo iba bien hasta que llegamos al primer cruce de autopistas. De los Libertadores las indicaciones nos debían llevar por la ruta 70 hasta la Costanera Nororiental. La pancarta del cruce no tenía nada que ver con las indicaciones de google, sin embargo con brújula en mano tomamos la dirección acertada. En el siguiente cruce para dirigirnos a las Condes, había trabajos en la vía y los anuncios nos desviaron en otra dirección. Sergio empezó a entrar en calor, la vía nos llevó por una cuesta en lugar del expedito túnel. No fue grave, las dos vías se conectan más adelante y vamos bien. Nuevo cruce de autopistas, nuestras indicaciones dicen Costanera Norte hacia el norte y los avisos anuncian: Poniente y Oriente!
Que hacemos?, a la derecha o a la izquierda en plena Y: apostemos al 50 - 50 y vamos a la derecha. Carajo, nos equivocamos. Ahora vamos derecho al corazón de Santiago, nuestro destino está en las afueras en dirección contraria. Toca llegar al pleno centro y buscar el camino de regreso. En cada esquina preguntamos a los carros vecinos, las indicaciones son muy complicadas y perdemos bastante tiempo. Por fin salimos de nuevo en la dirección correcta y nos dirigimos a la Avenida Kennedy. Cerca al lugar hay nuevas obras en la vía, nos desvían de nuevo. En un último esfuerzo antes del desespero encontramos la ansiada calle Brasilia y llegamos casi a las 12 al colegio. Uff!, primer obstáculo resuelto, la próxima vez prometemos llevar el GPS para circular por estas vías urbanas.
El segundo es más difícil, se llama Portería. A fuerza de persuasión nos llaman al Jefe de Servicios. Isolde se presenta y hace la respectiva solicitud, con apoyo en la situación de emergencia del viaje a Alemania. Como nuestra estadía allá será de tres semanas para resolver asuntos familiares, no considera que sea posible dejar el carro en el colegio. Isolde saca sutilmente su viejo carnet del Colegio Andino, Oficina de Rectoria, y cuenta la experiencia que tuvo en una situación similar en el pasado. El hombre afloja y decide finalmente aceptar nuestra solicitud. Debemos dejar el carro de una vez y nos expiden el Certificado para la Aduana. Lo logramos!
Tomamos nuestros morrales y vamos a almorzar cual mochileros a uno de los lugares más comerciales de Santiago: el Mall Arauco, a pocas cuadras del colegio. Saciada el hambre, tomamos el metro y vamos al centro a buscar alojamiento, cargados con nuestros jotos. En el barrio Londres encontramos un hostal frente a la casa de torturas de la época de la dictadura, hoy el sector es un rincón chic. Uno de los últimos cuartos que queda libre está en la buhardilla con vista al hueco interior, lugar ideal para dormir. Estamos de suerte!
Ya tranquilos, damos un paseo por el centro y nos sentamos en la Plaza mayor a mirar las partidas de ajedrez del club local. Compramos el periódico El Mercurio y nos enteramos de las noticias de las últimas semanas. El dólar sigue subiendo, el petróleo sigue bajando, el cobre está en los precios más bajos de las últimas décadas. Se anuncia recesión y un 2016 difícil desde el punto de vista económico. En lo que nos concierne, vemos con tristeza y preocupación la profunda crisis en Venezuela y las inclemencias del Fenómeno del Niño en la región. En Europa siguen los graves problemas de inmigración desde Medio Oriente y Africa, Alemania completa 1,1 millones de personas en el último año. Siguen los atentados mortíferos en varios países y comienzan a verse las consecuencias del desarraigo y los conflictos culturales con los jóvenes árabes que agreden a la gente y cometen abusos sexuales. El panorama no se ve muy lindo en este mundo, volvemos a pisar tierra firme y a reconocer la cruda realidad.
El último día de nuestro viaje de regreso llegamos al aeropuerto por la tarde para hacer el trámite de la Aduana. El jefe nos recibe con mucha amabilidad, besito a Isolde incluido, le entregamos los papeles y nos la visa de salida. Nos da las instrucciones precisas de como proceder a nuestro regreso para poder continuar el viaje con el vehículo, sin contratiempos. Los chilenos son gente maravillosa, el trato que nos han dado aquí es genial, nos vamos de Chile agradecidos y satisfechos.
Unas horas de espera nos permiten adelantar el blog que quedó interrumpido después de las últimas noticias. A las tres y media de la mañana con varias horas de retraso porque el aeropuerto El Dorado se encuentra cerrado por neblina (heladas en la sabana de Bogotá!), emprendemos el regreso temporal a nuestra tierra y luego a Alemania para llegar a esta importante cita familiar.