jueves, 14 de enero de 2016

LOS BOSQUES DE ALERCES MILENARIOS

LOS BOSQUES DE ALERCES MILENARIOS. 3 de enero de 2016

De Puerto Montt sobre el golfo de Ancud que separa el continente de la isla de Chiloé parte la famosa carretera Austral que llega hasta el paralelo 48 en la Villa O'Higgins, detrás del Campo de Hielo Sur.
 Sesenta kilómetros al sur encontramos el primer paso en ferry. Siendo el final del puente festivo de Año Nuevo, la fila de retorno era muy larga, afortunadamente nosotros viajábamos contra la corriente y pasamos en la barcaza que salía media hora más tarde.




Al otro lado la vía continúa hacia el sur hasta el pueblito de Hornopirén, al pie del volcán del mismo nombre, cono perfecto cubierto de bosque con el pico a 1500  m.s.n.m., pequeño puerto de embarque para la travesía grande de 5 horas que lleva a Chaitén en la propia Patagonia chilena. El pasaje en el ferry está subsidiado y no resulta tan costoso. Es indispensable comprar el tiquete por adelantado para asegurar uno de los tres viajes que se hacen cada día en esta época de alta temporada. Para ello tuvimos que buscar una cabaña para pernoctar, la que conseguimos sin mayor problema. Al día siguiente fuimos al embarcadero y conseguimos el tiquete para el día siguiente.


Con la jornada libre, decidimos hacer otra excursión al Parque Nacional de Hornopirén donde sabíamos que existe un bosque milenario de alerces, una conífera endémica que crece en estas latitudes. La particularidad de esta especie es el gran tamaño de los árboles que pueden superar los 50 metros de altura con diámetro hasta de tres metros. Además es la especie más longeva del mundo después de las Sequoyas americanas. Se han encontrado ejemplares que se acercan a 3000 años de edad en algunos de los bosques vírgenes, llamados en este caso alerces “abuelos”.

El acceso al parque se hace por 10 km de carretera hasta las últimas fincas, y de allí en adelante por una senda abierta en el bosque que se dirige a una laguna a 1000 metros de altura y el volcán Yates (2100 m.s.n.m.). La senda pasa por un sector pantanoso con bosque secundario donde quedan los vestigios de enormes raíces de árboles que fueron talados para extraer la madera. El camino está lleno de obstáculos hasta el inicio del ascenso hacia los bosques milenarios.



 Nos costó casi tres horas llegar a la entrada del Parque con un ascenso por un camino muy pendiente hasta los 700 metros de altura. Pronto encontramos los primeros alerces de gran tamaño del bosque primario, llenos de musgos y rodeados de helechos. El ambiente es muy húmedo a pesar que este año el tiempo ha estado inusualmente seco (fenómeno del Niño). A medida que avanzamos entramos en el propio bosque milenario, sorprende el gran tamaño de los árboles y la frescura del ambiente. Algunos troncos gigantes de los más viejos atraviesan el camino, uno se siente muy pequeño encima de estos gigantes.



Una hora más tarde llegamos al lugar de nacimiento del río Negro que baja al valle donde inicia la caminata, y un aviso del parque indica que solo faltan 700 metros para llegar a la laguna. Cuatro horas de subida implican un gran esfuerzo de bajada, por lo que decidimos suspender el avance en este punto y regresar. La bajada nos recordó aquella que hicimos en el valle de Cochamó por lo larga. En esta ocasión debimos adicionalmente ascender 700 metros de desnivel y retornar por el duro camino de descenso que logramos en tres horas extenuantes de bajada.






En nuestra cabaña preparamos unas deliciosas pastas y nos fuimos a dormir tranquilos, cumplido el anhelado deseo de conocer un verdadero bosque milenario de alerces.
Al día siguiente nos levantamos temprano para llegar a las 8 a.m. para el embarque en el ferry. El procedimiento es interesante pues llenan el espacio disponible con unos 50 vehículos, además de motos y ciclas. Los pasajeros en bus pasan por este lugar más tarde pues el viaje es bimodal e incluye los dos tramos entre Puerto Montt y Chaitén.


Nos colocamos en la parte alta de la embarcación para observar el abordaje por la rampa de acceso, el viento es muy frío y el ambiente húmedo a pesar que estamos ya en pleno verano. Las bancas en la cubierta están empapadas a pesar que no ha llovido en los últimos días.

Una vez completado el cupo el ferry zarpa hacia el sur bordeando la costa, luego tuerce hacia el “poniente” para salir al mar abierto. El paisaje es hermoso, dejamos el volcán y el pueblo de Hornopirén detrás de nosotros y empezamos a divisar nuevas montañas nevadas hacia el oriente. Ya estamos a 42 grados de latitud sur y las nieves perpetuas están cada vez más bajas.



La travesía demora las 5 horas anunciadas, este es nuestro “crucero” por el Pacífico entre los primeros fiordos y las islas de la costa chilena. El frío es intenso en la cubierta y también en el salón de pasajeros, debemos ir al carro a buscar ropa más caliente y las botas de montaña. 


La travesía termina en la caleta Gonzalo, ensenada en el fondo de un antiguo fiordo donde la carretera Austral entra al parque Pumalín, una joya natural con volcanes activos y cubierta de bosques y glaciares de 2800 km2 que constituye la reserva privada más grande del mundo.

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