sábado, 12 de septiembre de 2015

LAS RUINAS DEL NORTE DEL PERÚ

LAS RUINAS DEL NORTE DEL PERÚ. Huancayo, sábado 12 de septiembre.

Dejamos el delicioso refugio de Vilcabamba en dirección a Macará, frontera de Ecuador con Perú. El viaje nos lleva a través de la sierra que desciende hacia el suroccidente, por valles estrechos cada vez más secos. La vegetación está dominada por los algarrobos, una especie de acacia retorcida de madera dura y grandes ceibas desprovistas de hojas que en esta época están llenas de frutos que cuelgan de las ramas junto con barba de líquenes.




Adelante de Macará está el "puente internacional", con una caseta en el lado ecuatoriano para hacer los papeles, sin ningún problema, y otra caseta en el lado peruano para hacer las tarjetas de migración de las personas y el carro. Aparte que los funcionarios no han visto por acá mucho carro colombiano, y que la descripción del vehículo era un poco imprecisa: 4x4 se tradujo como cuatro puertas, el trámite no tuvo tampoco ningún problema. Nuestro seguro SURA valió para la aduana como SOAT internacional y por lo pronto no hemos tenido inconvenientes. En la frontera no vimos actividad de cambio de divisas, así que continuamos el camino esperando encontrar algún lugar para aprovisionarnos con soles. Después de pasar por una caseta de peaje que por fortuna no estaba en servicio, nuestra situación monetaria era precaria pues cuando quisimos llenar el tanque del carro, no recibían dólares. Solamente muchos kilómetros más adelante pudimos encontrar un cajero automático y nos dimos cuenta que la gasolina es casi tres veces más costosa que en Ecuador: 12,6 soles (aproximadamente 12.600 pesos colombianos por galón).

Nuestras expectativas de visitar ruinas quedaron rápidamente satisfechas. Desde la frontera, la carretera empezó a tener cráteres, al lado empezaron a aparecer ranchos abandonados en medio de la polvareda del desierto y donde había gente, la basura y las bolsas plásticas se hicieron los compañeros permanentes del viaje. Más adelante nos sorprendió comenzar a ver grandes cultivos de limón, maracuyá, mango y otros frutos en pleno desierto, la explicación era la presencia de enormes canales llenos de agua con lo que están regando estos campos áridos. Asociaciones de campesinos y comunidades se han tomado posesión de terrenos al lado de la vía en lo que eran baldíos que con el tiempo podrán ser irrigados. El contraste entre zonas cultivadas y sin uso son tremendas, lo que demuestra que con agua estos suelos son productivos.

Pasamos la noche en la ciudad de Piura y al día siguiente seguimos la ruta Panamericana que corre de norte a sur por la mitad de un extenso desierto, sin ver la sierra ni el mar, pocos vehículos y centenares de kilómetros sin pueblos.




Este paisaje está interrumpido por zonas fértiles que corresponden a los valles de los ríos que descienden de la cordillera hacia el mar. Son especies de oasis en medio del desierto costero donde se instalaron las poblaciones desde la época precolombina. Cada valle tiene pueblos en crecimiento desordenado, que han invadido lo que antiguamente eran intensos campos de cultivo de la cultura moche. Lo que impresiona es que cada uno tiene también las ruinas de construcciones de adobe llamadas huacas, que corresponden a pirámides truncas muy grandes que dominaban los antiguos pueblos. Perú tiene gran cantidad de tesoros arqueológicos de este tipo que les cuesta estudiar y restaurar. Algunas famosas ruinas están abiertas al público, pero la mayoría están apenas declaradas como "zonas intangibles" para prevenir la acción de los huaqueros que han hecho de las suyas durante décadas.

En el camino paramos a almorzar en un pueblito llamado Morrope donde visitamos una antigua iglesia colonial. Hablando con un cura joven que nos contó la historia de la iglesia construida en adobe y el efecto catastrófico del fenómeno del Niño de 1983 y 1997 sobre la edificación, nos enteramos de los graves daños que sufrió toda la región durante esos períodos inusuales de lluvias en la costa.


Como no llueve, todo está construido en adobe crudo con techos poco elaborados. Nos indicó un desvío por medio del desierto para visitar las ruinas de la Huaca Túcume, a donde llegamos con el carro bien empolvado, Unas veinte pirámides muy deterioradas alrededor de un cerro indican la existencia de un centro importante de la cultura Moche que se desarrolló entre los siglos I a VIII en uno de esos valles fertilizados por ellos con canales de irrigación. Los sucesivos fenómenos del Niño deterioraron estos monumentos, pero los vestigios que aún conservan relieves en barro con extrañas figuras de peces y aves, dan cuenta del grado de desarrollo de esta civilización de casi dos mil años de antigüedad.




En Lambayeque, cerca de la ciudad de Chiclayo, donde dormimos la siguiente noche, visitamos el famoso Museo Tumbas Reales de Sipán, que contiene el tesoro de varios señores Moche de la Huaca del valle del río Reque. Este museo es una obra de arqueología impresionante que logró extraer en 1987, de manera científica y ordenada, los entierros con todo el ajuar (máscaras, orejeras, narigueras, sofisticados collares y estandartes en cobre, oro y plata, conchas y piedras), incluidos esposas, soldados, perros y llamas acompañantes del difunto, lo que permitió reconocer y entender muchos aspectos misteriosos de esa sociedad, antes de que las tumbas fueran saqueadas. Los objetos preciosos que aparecieron en el mercado ilegal hace 30 años procedente de una tumba de la Huaca Sipán, alertaron a las autoridades sobre el hallazgo de algo grandioso. Solamente para ver este museo justifica el paso por las ruinas modernas que lo rodean.

Lambayeque, Chiclayo y otras ciudades costeras sufren la invasión de mototaxis que en hordas desordenadas embisten por las estrechas vías y aturden con el ruido de los pitos y los motores día y noche a los impotentes ciudadanos. Las ciudades crecen sin ningún control ni planeación, lo que podrá convertirlas en futuras ruinas modernas.

De allí fuimos a Huanchaco, pequeño pueblo pesquero (y de surf) cerca a la ciudad de Trujillo, desde donde visitamos las famosas ruinas de Chan Chan, los restos del complejo de adobe más grande del mundo. Visitamos las ruinas del palacio Nik-an (600 metros de largo), uno de las decenas de construcciones que apenas están en proceso de excavación.



 Otras Huacas de los alrededores como la de El Dragón han sido tragadas por la ciudad y se encuentran escondidas detrás de muros al lado de las avenidas.

 

 En todas las huacas tienen perros "biringos", sin pelo, raza que viene de la época precolombina y est´protegida por el Estado. También existen en México y parece que fueron traídos de allá antes de la conquista. Los perritos se ven algo feos pero son muy cariñosos. La temperatura corporal es de 40oC y eran muy apreciados por los habitantes de la época.






Finalmente, la Huaca de la Luna, espectacular pirámide con grabados fantásticos que conservan aún los colores de las pinturas murales, junto con el museo que recoge las piezas de metales y cerámicas con pinturas que recrean la historia, recuperados en las tumbas de esta Huaca, nos dieron una última visión de la magnífica civilización que se desarrolló en estas tierras, incluida la aparición de una nueva cultura Chimu, de raza y costumbres diferentes a los anteriores. Hoy en día se preguntan por el origen de estas culturas, incluida la posibilidad de comunicación con Asia.



La figura de abajo representa al "dios" de la montaña al que se ofrecían sacrificios humanos en épocas de lluvia o de sequía. En el siglo V hubo un super fenómeno del Niño que debilitó esta cultura por las intensas lluvias que generaron catástrofes. Hoy en día Perú se prepara para un Niño de alta intensidad que se está preparando para este año...




Fotos espectaculares de estos monumentos se pueden ver en Google.

Hasta la próxima.


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