LA CORDILLERA DE LOS ANDES EN EL PERÚ, PARAÍSO PARA GEOTECNISTAS. Tarma, 21/09/2015
Nos despedimos de Beto, nuestro anfitrión en el Hotel
Alpamayo de Caraz, quien nos recomendó viajar al famoso sitio arqueológico de
Chavin de Huantar por una vía asfaltada que atraviesa todo el macizo al sur del Huascarán. La carretera sube en zigzag por los enormes conos de
deyección de las paredes de granito, y en ella se aprecia en toda su
inquietante amplitud la inestabilidad del terreno. Los fragmentos de roca se
encuentran inmersos en una matriz de arena suelta, lo que ocasiona derrumbes
permanentes que tapizan la calzada, ya de por sí estrecha. El ascenso es
vertiginoso y termina en el túnel Punta Olímpica de 1,5 km, para pasar al valle
opuesto donde se desciende hasta el pueblo de Chacas a 3300 msnm en pocos
kilómetros.
El pueblo de Chacas es célebre por los trabajos en madera
que realizan artesanos formados por una comunidad Salesiana procedente de
Italia. El pueblo sorprende por el estilo de sus casas y los trabajos de
ebanistería. Las maderas provienen de la selva que se encuentra a “corta”
distancia.
De Cachas viajamos a Chavin de Huantar por una vía que en
parte es “carretera” (destapada) y en parte “pista” (asfaltada), monte pa’rriba
y monte pa’bajo. Nos alojamos en un hotel en la Plaza de Armas, regentado por
una matrona algo huraña. Sin embargo, cuando se entera que venimos de Colombia,
el trato se vuelve más cariñoso. Aprovechamos la tarde para visitar las ruinas,
un extraño complejo de templos en la confluencia de dos ríos que de vez en
cuando han producido las respectivas avalanchas. El templo principal está
erigido sobre una construcción de piedra con laberintos en su interior. Llama
la atención una extraña figura en piedra de 4,5 metros de altura en el centro
de los pasadizos subterráneos. El centro ceremonial en la entrada está
construido mitad en granito blanco y mitad en caliza negra y está orientado
astronómicamente con una plaza que parece representar la Cruz del Sur.
De Chavin tomamos una interesante carretera (destapada) que
nos llevó monte pa’rriba a un lugar muy extraño. Se trata de un proyecto de
mega-minería de metales (Cu, Zn, Pb) llamado Antamina a 4300 msnm que causa
espanto a la vista: gigantescas pilas de escombros sobre las que trabajan
enormes volquetas se amontonan hasta donde alcanza la vista. Al fondo se
observa un gran lago de aguas azules, cuyo color no corresponde al bello
turquesa de los lagos de la Cordillera Blanca. En este caso son los depósitos
de lodos y las aguas de minería en el fondo del valle aledaño a la zona de
explotación. Las montañas han sido literalmente trituradas para dar paso a un
paisaje estéril que nada tiene ya que ver con la puna de los valles vecinos.
La vía pública cruza por la zona minera, entre barro y
guardias de seguridad, y termina detrás de una malla que separa el pueblo
minero de Altamina construido con contenedores en varios pisos en donde habitan
miles de obreros. El pueblo tiene terminal de buses para el viaje a Lima, y una
flotilla de centenares de busetas para la movilización del personal dentro de
la mina. En este punto salimos a una pista de varios carriles, construida hasta
la puerta del proyecto minero.
Pocos kilómetros más adelante desviamos por una carretera
(destapada) que indicaba Huayanca, siguiente etapa de nuestro recorrido.
Rápidamente estuvimos de nuevo en la puna hasta donde alcanza la vista y vimos
los primeros rebaños de alpacas. Preguntando a los pocos campesinos que
cruzamos en el camino, nos enteramos de la fuerte presión que ejerce la empresa
sobre la región, con compra de nuevos terrenos y presencia de guardias a
caballo. Llama la atención los baños portátiles que aparecen de cuando en
cuando en el paisaje natural, lo que se explica cuando también se ve el chaleco
naranja y el casco del respectivo guardián; suponemos que las normas ISO 9000
no les permiten hacer las necesidades en la naturaleza.
Algunos terrenos han sido ocupados para montar torres de
energía para la mina y el contraste es tremendo cuando debajo de esas líneas
las casas campesinas de adobe y techo de paja no tienen electricidad. Algunas
“mejoras” como tejas de zinc o escuelas rurales encercados con muros
antisísmicos de colores rojo y azul que contrastan con el paisaje natural,
donde se encierra a los niños acostumbrados a la vida al aire libre, parecen
ser las compensaciones de la empresa con las comunidades.
Después de varias horas descendiendo por un valle estrecho
interminable y poco habitado llegamos de nuevo a la pista que une el pueblo de
Huayanca con la Unión en la vía que según los mapas conduce a la ciudad de
Huánuco. La carretera se volvió cada vez más estrecha y escarpada, y comenzó a
subir poco a poco siguiendo los contornos de una ladera muy inestable. El río estaba
centenares de metros más abajo, y el abismo se volvía más amenazante.
Afortunadamente estamos al final de la estación seca, pues en cada paso de
quebrada se ven los deslizamientos de las lluvias anteriores y la vía ha
perdido parte de la bancada. Los avisos que aparecen no tranquilizan, se
anuncia la vía con curvas peligrosas y se recomienda no correr para proteger la
vida de los pasajeros y tocar el “claxon”. Encontrar un vehículo en sentido
contrario siempre es azaroso y para rematar nos han recomendado no andar
después de las tres de la tarde pues puede haber atracos en la vía.
Llegamos sin mayor contratiempo al caserío de Chavinillo que
según el altímetro está a 3500 msnm, colgado de un barranco. El sitio es
realmente el Perú requete-profundo, nos alojamos en el hotel Casio, algo “ucho”
y aprovechamos para hacer un corto paseo a las ruinas arqueológicas anunciadas
encima del pueblo, unas construcciones inmensas que ocupan la cumbre de la
colina a donde se sube por entre los campos por caminos muy pendientes.
Curiosamente el estadio de futbol está en la parte alta, una explanada en
tierra donde jugaban el campeonato de niñas del pueblo. El verdadero estadio es
una obra inconclusa y abandonada en el único plano que tiene el pueblo. Pudimos
charlar con la gente y fuimos abordados por una gran cantidad de niños y niñas
que parecían encantados con la visita. En la escuela aprenden español pero
hablan con un fuerte acento quechua que es la lengua de la casa y del pueblo.
Nosotros pasamos por gringos aunque me canso de repetir que venimos de
Colombia. Los niños se ofrecieron a enseñarnos quechua si nos quedamos unos días en el pueblo.
Por la noche nos despertamos algo alarmados pues empezó a
llover. El camino que seguía era la parte más azarosa del recorrido por lo
estrecho de la vía, aunque nos aseguraron que de día no habría problemas de
seguridad. Amaneció nublado pero afortunadamente esta primera lluvia después de
5 meses de sequía apenas mojó el suelo. La gente estaba feliz porque ya
empezaron las siembras y solamente esperan la llegada del agua.
El camino a Huánuco pasó sin contratiempo, aunque tuvimos
neblina en la parte alta, nuevamente puna. En el descenso hasta el siguiente
valle cruzamos muchos carros que venían del mercado. Algunos manejan muy rápido
y realmente es un milagro que no se presenten muchos accidentes.
Antes de Huánaco (2150 msnm) paramos a visitar las ruinas de Kotosh, conocidas como el templo de las Manos Cruzadas por dos alto-relieves que encontraron en las paredes. Un guía del lugar con quien entramos en conversación colombo-peruana, nos mostró un fenómeno extraordinario que descubrieron. Se trata de un punto al aire libre desde donde la voz propia resuena como si estuviera en un recinto cerrado. Dos personas colocadas frente a frente con el punto al medio, las voces resuenan. Si se desplaza hacia un lado ya no siente este efecto. Nos aseguró que la brújula en ese sitio pierde la orientación. El tema es muy interesante y estos tipos de fenómenos se han registrado en otros lugares arqueológicos, lo que indica alguna forma de concentración de energía.
Finalmente, de Huánuco nos dirigimos a Junín donde pensamos
pasar la noche. La vía a partir de aquí es maravillosa pues es la ruta
principal que lleva a Lima. Esta vez subimos nuevamente más de 2000 metros,
pasamos por otra zona deprimente de mega-minería cerca al Cerro de Pasco a 4300
msnm, nuevamente en puna. Estas tierras altas se extienden hasta el horizonte
formando lo que los peruanos llaman pampas. Hacia el fondo del altiplano está
Junín, gélido pueblo que recuerda las gestas libertadoras. Con los últimos rayos del sol alcanzamos a visitar
el monumento de Cachapampa donde se dio la batalla de Junín contra los
españoles el 6 de agosto de 1824.
La ex-alcaldesa de Junín, después de una charla patriótica, nos aconsejó ir al pueblo de Tarma para pernoctar, lo que agradecimos pues el viento y el frío nos alcanzaron a espantar. Llegamos a Tarma a las 7 p.m. con una
temperatura mucho más agradable a pesar que el pueblo está a 3100 msnm, donde
bajan los pudientes del altiplano a temperar.
En la próxima entrega relataremos la travesía de la sierra desde Tarma hasta Cuzco, pasando por la espectacular ciudad de Huamanga (mal conocida como Ayacucho).
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