DE TARMA A CUZCO, VIAJE POR LA SIERRA CENTRAL DE PERÚ
Los recorridos en carro por las vías que atraviesan la
Sierra del norte al sur nos llevan monte pa’ arriba y monte pa’abajo en una
sucesión de punas y cañones entre 4200 y 2000 metros con paisajes muy
contrastantes. En las partes altas aparecen zonas de cultivo en pequeñas
parcelas que cubren toda la topografía sobre colinas de pendientes suaves. Las
casas son de adobe con teja de barro o de paja donde no ha llegada la
“modernidad”. Se nota una larga tradición agrícola basada en el trabajo
comunitario y el aprovechamiento del agua para riego por medio de una red de
canales que reparten eficientemente el recurso disponible. Muchos de estos
campos conservan canales y andenes (terrazas de cultivo) heredados de las
culturas precolombinas Huari e Inca.
Por estar al final de la temporada seca los campos se están
preparando para la siembra y aran la tierra con bueyes. En las partes altas
vimos al pasar rebaños de alpacas y ovejas y algunas vicuñas que son salvajes.
Simpático el traslado de los animales domésticos en la vía principal en una
procesión de vacas, ovejas, chivos, chanchos y burros, guiados por los
infaltables perros que persiguen el carro al pasar.
Pasando la puna se baja a los cañones de los ríos donde la
vía se vuelve una cinta estrecha pegada a la pared que bordea el abismo muchos
metros encima del río, esto durante centenares de kilómetros, afortunadamente
con poco tráfico. Para cualquier eventualidad se recomienda tocar la bocina
antes de la curva y mantenerse lo más a la derecha posible, siempre con cuidado
por la frecuente pérdida de la bancada. La amenaza de derrumbes es constante,
no queremos imaginarnos recorrer estas vías en época de lluvias. Los paisajes
son fascinantes, los valles secos muestran la geología con estratos y pliegues,
todos los procesos se erosión antiguos, las terrazas de los ríos y las
avalanchas recientes. Por debajo de 3000 metros la temperatura aumenta hasta
dar la sensación de tierra templada en Colombia.
La policía de carreteras está presente en todo el país y
hace controles selectivos a los vehículos. En todo el recorrido norte nunca
fuimos detenidos, pero en esta sierra central ya nos pararon varias veces.
Llama la atención la amabilidad y cortesía de los agentes, quienes se admiran
cuando se enteran que venimos desde Colombia. Apenas piden los papeles y solamente
hacen comentarios amables. Siempre nos preguntan si todo va bien en la vía, lo
que nos indica que controlan la seguridad. Nos recomiendan no viajar de noche,
más bien buscar el lugar para dormir cuando todavía está claro. Siempre nos
despiden con algún comentario cordial, tal parece que tuvieran la orden de no espantar
a los turistas.
Claro que así es viaje no rinde y toca buscar un sitio para
dormir antes de que oscurezca, generalmente en caseríos con su único
hotel…ucho. Por falta de internet se va al respectivo locutorio lleno de niños
jugando. En esos espacios reducidos se siente un perfume algo fuerte en el
aire. No sabemos si las picaduras que aparecen al día siguiente son de pulgas o
de mosquitos.
A mitad del camino se encuentra Ayacucho, una ciudad
colonial interesante que estuvo aislada en las décadas ochenta y noventa por la
violencia política del Sendero Luminoso y de la dictadura militar. Antes de
llegar desviamos a Quinua para visitar el sitio de la batalla que selló la
independencia del Perú el 9 de diciembre de 1824 al mando del general Antonio
José de Sucre. El sitio es una explanada grande en medio de los valles
quebrados, donde combatieron unos 8000 soldados de batallones colombianos y
peruanos, mientras Bolívar regresaba a Lima para defenderse de los embates
políticos del Congreso.
En Huamanga, verdadero nombre de Ayacucho, nos quedamos dos noches en un hostal con un hermoso jardín interior que hizo olvidar las penurias del viaje.
Visitamos un escalofriante museo de la Memoria que muestra los horrores de la violencia y explica el aislamiento aún hoy en día de esta región que se mantiene atrasada.
También visitamos una exposición en la casa de la cultura sobre un valle perdido al sur de la provincia de nombre Sondondo, en donde aún hoy en día se utilizan los canales de riego y los andenes precolombinos. La gente de la región todavía reconoce y aplica las prácticas agrícolas y han encontrado la maqueta real a escala (20 metros x 10 metros) que representa los campos circundantes, con las formas de los andenes grabados en piedras. Utilizan esta ingeniosa ayuda para planear los trabajos del campo y el manejo del agua. Fascinante, lástima que no podemos desviarnos tanto de la ruta, esto implicaría unos tres días más.
Visitamos un escalofriante museo de la Memoria que muestra los horrores de la violencia y explica el aislamiento aún hoy en día de esta región que se mantiene atrasada.
También visitamos una exposición en la casa de la cultura sobre un valle perdido al sur de la provincia de nombre Sondondo, en donde aún hoy en día se utilizan los canales de riego y los andenes precolombinos. La gente de la región todavía reconoce y aplica las prácticas agrícolas y han encontrado la maqueta real a escala (20 metros x 10 metros) que representa los campos circundantes, con las formas de los andenes grabados en piedras. Utilizan esta ingeniosa ayuda para planear los trabajos del campo y el manejo del agua. Fascinante, lástima que no podemos desviarnos tanto de la ruta, esto implicaría unos tres días más.
Sin embargo fue allí donde Sergio empezó a sentir una tortículis.
Al principio, por los síntomas, pensamos que pudiera ser la famosa chikunguña u
otra de estas enfermedades tropicales. Pero se fue agravando a tal punto, que
Isolde tuvo que manejar durante dos días seguidos, ocho horas diarias por vías
difíciles, para llegar a Cuzco en búsqueda de asistencia médica. Esta decisión
fue clave pues el tratamiento que tuvieron que emplear era de alta complejidad
como veremos en la siguiente entrada.
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