martes, 13 de octubre de 2015

BOLIVIA NO ES PERÚ, DE BUEN TRATO A MALTRATO

BOLIVIA NO ES PERÚ, DE BUEN TRATO A MALTRATO. 13 de octubre de 2015

Salimos de Perú, terminando nuestra deliciosa estadía de 5 semanas en ese país, incluida enfermedad y convalecencia con las mejores experiencias. Doña Tula, la dueña del hotel de Arequipa y María la de Puno nos recibieron y despidieron con gran cariño y regalitos. Pudimos arreglar el aire acondicionado del carro y viajamos cómodamente hasta la frontera con Bolivia al borde del lago Titicaca. Trámites de aduana y de migración sin ningún problema y despedida del aduanero deseando triunfos de la Selección Colombia. Muy bien.




Entramos a Bolivia! Trámites correctos, funcionarios hoscos y paso por el puesto de policía para registrar la entrada del carro previamente autorizada por la Aduana. Preguntas suspicaces sobre herramientas, equipo de carretera, etc., y por favor la cuota para el registro?? La primera mordida, vergonzosa!, debajo de la resolución oficial con la prohibición explícita fijada en la pared. Y de cuanto es la cuota? Unos pocos "bolivianos" para comprar papel, arreglar el escritorio y no sé que más.

Por la fama de ser una zona de frontera más agradable y segura que Desaguadero, con llegada a Copacabana, lindo puerto sobre el lago, tomamos esta ruta alterna que nos permite hacer una excursión a la Isla del Sol, famosa por las comunidades y los restos incas.



Donde dormir? Busquemos un hostal de los que recomienda Lonely Planet. Son las cuatro de la tarde con el cambio de horario (una hora más que en Perú), recorremos el pueblo que se ve poco atractivo y algo desaseado, bajamos a la Costanera y en el rincón más tranquilo vemos el Hostal "Flores del Lago", que se ve a estas horas de la tarde muy agradable con su jardín y sus balcones con vista al lago. Organizamos para que nos den el desayuno al día siguiente antes de salir al paseo en lancha a la Isla del Sol que dura todo el día. Subimos al cerro El Calvario por una empinada cuesta para observar junto con muchos otros "gringos" la puesta del sol. Vamos a comer al sabroso "Fogón de la Cabaña", sopa de quinua, carne o trucha y papas fritas y nos vamos a dormir.



De noche, el hostal había perdido bastante del encanto inicial, los cuartos fríos con luz blanca, el polvo en los rincones, el óxido en la ducha y las camas algo duras con cobijas pesadas no era lo mismo que en nuestros deliciosos cuartos de Perú.

Nos levantamos temprano para alcanzar a salir a las Islas, y bajamos a desayunar: ni un alma en el hostal y el restaurante cerrado con rejas. A buscar desayuno en la calle, tarea algo difícil a esas horas de la mañana cuando apenas comienza a moverse el trapero. Finalmente lo logramos y salimos a nuestro programa llenos de expectativas. En dos horas de navegación con paisajes hermosísimos del lago y las montañas nevadas de la Cordillera Real al fondo, atracamos en la parte norte de la isla donde fuimos recibidos por un personaje quien anunció que debíamos pagar la cuota de entrada a la comunidad, incluido el sitio arqueológico guiado por él, en cinco minutos.


El personaje no volvió a aparecer y al cabo de quince minutos arrancamos. Nuestro plan era subir al sitio arqueológico que implicaba recorrer un sendero hasta 4000 msnm en una hora y luego continuar hacia el sur por el filo de de la isla hasta un puerto donde debíamos tomar el bote de regreso a Copacabana.



La vuelta era larga, en total unas 4 horas de camino y no debíamos perder el último viaje a las 4 p.m. En el nuevo sendero nos detuvo un segundo retén de otra comunidad para pedir su respectiva cuota, lo cual nos cayó por sorpresa. Listo, a pagar y a caminar. Comimos algo de nuestro fiambre por el camino, sin echarnos con las petacas porque el recorrido, muy hermoso por cierto, era larguísimo. Por fin llegamos a la parte alta del pueblo y en el recodo del camino, oh sorpresa, una dama con su falda repolluda y talonario en mano, exigió una nueva cuota para su comunidad. Isolde perdió la paciencia y le hizo entender que no era correcto pedir más cuotas no anunciadas porque estaban espantando a la gallina de los huevos de oro. Nos dejaron pasar sin más discusión; pero estas desagrables experiencias nos dejaron la sensación de no ser bienvenidos en esta isla. La evidencia se presentó un poco más adelante cuando cruzamos un grupo de gente y una de las damas, aún joven, se las arregló para esconder el rostro debajo del pañolón y nadie se dignó saludarnos al pasar.

Listo, seguimos bajando en fuerte pendiente al puerto a donde llegamos a tiempo para comprar los tiquetes de regreso y esperar unos minutos la partida. Aprovechamos el momento para discutir con los isleños que se ocupan del transporte sobre su relación con los visitantes. Realmente se aprovechan de las visitas, dicen que los hostales que reciben a los turistas son de la comunidad, pero se ve claramente que no quieren a los visitantes, solamente la platica. La discusión termina con comentarios algo agrios sobre las eliminatorias de la Copa Mundial de Fútbol que Bolivia inició con mala pata y Colombia con buena pata. La despedida es algo fría, no les gustaron nuestros comentarios críticos sobre los cobros sorpresivos, la descordinación entre ellos y el maltrato a los visitantes, aunque aseguran que lo van a transmitir en la próxima reunión comunitaria.

El bote con el rutilante nombre Titicaca que nos tocó en suerte, pronto empezó a inquietarnos por los ruidos de los motores y la escasa velocidad de crucero. Afortunadamente las aguas estaban tranquilas y el viaje muy lento transcurrió sin contratiempos para llegar a Copacabana a las 6 p.m.



De regreso al hotel con ganas de descansar, Sergio habló con la adolescente que nos había recibido para solicitar las vueltas del pago de la primera noche que quedaron pendientes y aprovechó para reclamar sobre la falta del desayuno. La niña, algo impulsiva, contestó que si no estábamos conformes con el servicio, nos devolvía la plata que debía y podíamos irnos del hotel, situación que terminó con insultos y acusaciones por parte de ella. Finalmente el "dueño" apareció hecho una fiera con la exigencia del pago de otro día de hotel para permitir retirarnos. Nuevamente Isolde con su tono persuasivo lo puso a reflexionar sobre su mal proceder, y nos quedamos a dormir para no armar más lío. Al día siguiente la salida se hizo bajo amenaza de retención del vehículo que estaba guardado en el garaje si no cancelábamos el saldo, descontando el dinero retenido por ellos. El personaje parece ser un antiguo empleado del hotel que por descuido del dueño se ha ido apoderando del negocio, y lo tiene en abandono pero aprovecha todavía las viejas glorias del establecimiento. En resumen, una mala noche en una mala posada, en un viejo balneario de capa caída!

En definitiva, nos vamos de este pueblo con la desagradable sensación de maltrato para los visitantes que se ha venido expresando de manera casi permanente, a tal punto que nos preguntamos si justifica alargar la estadía en Bolivia.

En el estrecho de Tiquina, a 40 km de Copacabana, el lago Titicaca se comunica con uno más pequeño llamado laguna de Wiñaymarca. En planchones más destartalados que los de los Llanos Orientales, pasan los buses y carros que se dirigen de Copacabana a La Paz y viceversa. Llegamos al embarcadero a las 10 a.m. y de una vez nos montamos en el planchoncito. En el trayecto nos abordó una pareja de Santa Cruz que viajaba con unos de amigos brasileros. Les pareció fabuloso nuestro recorrido desde Colombia y nos dieron algunos consejos sobre los recorridos por el sur y el oriente de Bolivia en carro: gente normal y muy querida.


Pensábamos visitar las ruinas arqueológicas de Tiahuanaco antes de entrar a La Paz, y nos aconsejaron que la mejor ruta era llegar a El Alto (ciudad gigante arriba de La Paz) y regresar por la Panamericana hacia Desaguadero, en un viaje de unas dos horas. En el mapa vimos que existía una ruta destapada que cruzaba por la pampa uniendo las dos vías en un trayecto mucho más corto, así que decidimos buscar esa vía. Sin embargo, un camionero nos previno sobre el “mal estado del camino”, lo que más adelante tradujimos como “el peligro en el camino”, en una zona alborotada por conflictos sociales.

En una estación de gasolina paramos a llenar el tanque. La dama con falda repolluda y sombrerito boliviano que fungía como bombera nos dirigió una mirada poco amistosa después de ver nuestra placa extranjera, y para nuestra sorpresa se negó a suministrarnos combustible. Bien, en otra bomba hicimos un nuevo ensayo. Esta vez las bomberas eran dos damas con los vestidos tradicionales que cuchichearon entre sí en aymará antes de explicarnos que por ser carro extranjero no nos podían vender gasolina. La razón era que el precio para nosotros era más caro (x3) y no tenían las facturas correspondientes. Sin embargo, nos podían vender algunos litros al doble del precio pero sin factura. Isolde entró en cólera, les cantó las verdades y les hizo saber que eran un par de ladronas. En definitiva, continuamos el camino con el tanque cada vez más vacío.

Bien, siguiendo los consejos continuamos por la ruta larga que está actualmente en trabajos de ampliación, lo que demoró el recorrido para llegar a la unión de las dos vías antes de El Alto. De pronto, un nuevo obstáculo se presenta: la autopista ha sido cerrada por una manifestación de los comuneros que impiden el tránsito de entrada y salida de las vías más importantes que unen Bolivia con Perú. Tocó desviar el camino por entre el polvero y los huecos profundos de caminos “alternos”, esquivando cruces que estaban siendo cerrados por los manifestantes. Pasando por pueblos miserables en medio del polvo logramos pasar después de recorrer muchos kilómetros a paso de tortuga al otro lado del trancón, con el respectivo retraso en el recorrido.

A partir de ese punto, entramos a El Alto, camino a La Paz más adelante del desvío a Tiahuanaco, por lo que decidimos no buscar más tropiezos y seguir adelante a la ciudad. La entrada es una ruta más congestionada que la de Soacha a Bogotá, con centenares de busetas que se atraviesan por todos lados, semáforos y decenas de policías acostados. Multitud de gente atraviesa la vía, damas campesinas con sus faldas repolludas, mercados en el suelo a ambos lados de la vía y hasta en el separador, montones de talleres atendiendo camiones y buses viejos, y, curiosamente, edificios con fachadas muy extravagantes y elegantes, que anunciaban eventos y fiestas.




Esta aglomeración es la ciudad de El Alto a 4100 msnm, considerada la capital de la comunidad aymará a la que pertenece el presidente Evo. El crecimiento de esta urbe ha sido acelerado por la migración de miles de personas que se acercan a la ciudad en busca de oportunidades, a tal punto que se ha extendido por la altiplanicie y se ha desparramado por el valle que desciende hacia La Paz. 

Nos han recomendado que nos dirijamos a la parte sur de la ciudad para buscar un alojamiento tranquilo pues el centro es muy congestionado, siguiendo una avenida circunvalar que permite cruzar la ciudad sin entrar en los trancones. Preguntando cada rato, llegamos por fin a un puente donde se toma la vía rápida, tenemos que preguntar varias veces si ese es el camino, pues el pobre puente ha sido tomado por los vendedores ambulantes y casi no queda espacio para pasar. Pues sí, es la entrada a la autopista que atraviesa La Paz.

Bajamos y bajamos, según el altímetro ya vamos en 3700 msnm cuando el tránsito queda totalmente detenido, Preguntando a un chofer vecino nos explica que hay una manifestación de transportadores que llevan una semana cerrando la vía, y en este momento nos encontramos en pleno centro de la ciudad. Buscar nuevamente caminos alternos por una ciudad en caos vehicular, en medio de un valle estrecho con vías muy pendientes y todo el mundo queriendo pasar por callejones estrechos. A fuerza de paciencia y una que otra salida de casillas, superamos este nuevo obstáculo y seguimos bajando. Paramos en una gasolinera, el muchacho que atiende llena el tanque y al hacer la factura se da cuenta de nuestra situación de extranjeros, Solución: no hacer factura y cobrar los que aparece en el registro, debajo de la siguiente pancarta:




Finalmente llegamos a un buen hotel que nos cambia la sensación de lo descrito anteriormente.

2 comentarios:

  1. Impresionante experiencia, el conocer una nueva cultura, su forma de pensar, de proceder y de "ganarse" la vida. Por favor Don Sergio, controlar a Doña Isolde no queremos que el paseo termine con una boleta roja de Interpol. Mentira, disfruten todo y relax...

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  2. Faltaron las foticos de este trayecto.Abrazos de Rocio,esposa de Gus

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