ARGENTINA NOS RECIBE CON LOS BRAZOS ABIERTOS. 3 de noviembre
de 2015
Por una vía destapada que atraviesa el altiplano sur desde
Uyuni, nos dirigimos a Tupiza, la última etapa en Bolivia antes de ingresar a
Argentina. Los paisajes que recorremos son muy secos, pero muy diferentes al
altiplano central. Por fin vemos un grupo de ñandús que se alejan a toda
carrera cuando nos acercamos con el carro.
Una pirámide natural de 4500 metros que resulta ser una
intrusión ígnea en explotación minera nos acompaña durante un centenar de
kilómetros. Al sur, el altiplano termina en un cañón de areniscas donde vemos
vizcachas, una especie de conejo de cola larga y enroscada que se deja ver en las cavidades de la roca.
La carretera pasa por paisajes desolados
subiendo y bajando cerros, hasta que se mete por el cauce seco de una quebrada.
Recorremos un largo trecho por ese terreno que poco a poco recibe las aguas
ácidas de minería con las reconocidas sales de hierro que aquí llaman sarro. Es
impresionante la contaminación de las pocas aguas que circulan y nos preocupa
la corrosión que pueda sufrir el Vitara.
Por fin llegamos a Atocha, centro
minero de donde extraen estaño, bismuto, plata y otros metales. Encontramos un
rico restaurante para almorzar en este pueblo perdido lejos de todo.
Después de largas horas de camino por la vía llena de huecos
y rugosidades que hacen vibrar el carro y a los pasajeros como en un agitador
mecánico, bajamos al valle del río Tupiza a 3100 m.s.n.m., con paisajes
hermosos de montañas de colores y zonas erosionadas en ambiente cálido y
semidesértico.
Pagamos la respectiva cuota de paso por una comunidad y
llegamos a la ciudad que resulta apacible para descansar del viaje. Allí
mandamos lavar el carro por completo y seguimos el viaje hacia la frontera el 1
de noviembre, día de los difuntos que es conmemorado con un puente de dos días.
La despedida de Bolivia nos la da la policía de carreteras que nos multa en la
vía por exceso de velocidad. En cumplimiento estricto del deber, la autoridad
se embolsilla la platica que nos exigen de inmediato, pues estamos de salida
del país y tocaría esperar dos días para el pago en ventanilla! Adiós Bolivia,
nos llevamos el recuerdo de los hermosos paisajes, pero las experiencias
desagradables de aprovechamiento y corruptela nos dejan un sabor amargo.
La frontera conjunta de Villazón – La Quiaca nos depara una
calurosa bienvenida a Argentina. La policía nos hace bajar todo el equipaje del
vehículo para revisar uno por uno los numerosos paquetes que llevamos, buscando
drogas con el perro. El pasaporte colombiano los excita de manera especial y
nos dedican de manera exclusiva casi dos horas. Finalmente se aburren con
nosotros y nos expiden el papel de autorización para ingresar el vehículo por
tres meses. Parece que los colombianos en la región han hecho de las suyas, así
que nos toca sufrir las consecuencias de la mala fama. La dosis nos la repiten
en un control más adelante, aunque allí se aburren más rápido.
En este punto llegamos a un impresionante paisaje de
montañas de colores, la paleta pasa de rojo, violeta, rosado, amarillo, a gris,
blanco, oliva, verde. Inicia el recorrido por la famosa quebrada de Humahuaca,
declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, un verdadero Geoparque.
Cerca al pueblo del mismo nombre encontramos nuestro primer
Camping del viaje, al lado del río. El horario argentino es una hora más tarde
que en Bolivia y la noche llega hacia las 7:30 p.m. Alcanzamos a armar la carpa
de día, luchando contra el fuerte viento que se levanta al atardecer. Aunque
estamos a 3000 m.s.n.m., la temperatura es bastante fría, parece que el invierno
se ha prolongado más de lo normal. Pasamos una buena noche después de cocinar nuestra
propia comida y gozar al día siguiente con el desayuno al aire libre.
El pueblo es muy bonito, con casas de adobe y adoquinado.
Hay mucha gente en las calles que va al cementerio para llevar adornos a las
tumbas, y muchos turistas entre argentinos y gringos que visitan esta linda
región del noroeste de Argentina, la más indígena del país. A mediodía
asistimos con un montón de gente al espectáculo de aparición de San Francisco
que levanta el brazo y da la bendición, una figura mecánica que recuerda el
reloj de la Marienplatz en Munich. Unas damas distiguidas con la camiseta de un
tour “pío” entran en trance gozoso que es fomentado por Sergio con comentarios
elogiosos sobre el papa Francisco.
Con un par de damas de Buenos Aires que nos abordan, entablamos una larga y amena conversación sobre la política local, las medidas
del gobierno para control de divisas e importaciones, el dólar paralelo cuyo
cambio es a 15 en lugar de 10 pesos del oficial, la corrupción, la inseguridad,
la belleza de los paisajes, etc. Ellas se disculpan por la mala imagen del país
que consideran ha decaído mucho en los últimos años. Actualmente están a la
expectativa de las elecciones presidenciales y desean que haya cambio. Las
opiniones en este sentido son contradictorias, mucha gente sigue siendo
peronista y desean que las reivindicaciones sociales del actual gobierno no se
vayan a perder con la llegada de un gobierno neocapitalista.
Por la tarde subimos en el carro a Hornocal, un paraje a 25
km del pueblo y 4300 m.s.n.m. desde donde apreciamos el espectáculo de las
montañas que aquí llaman de los 14 colores. Se trata de secuencias sedimentarias
muy antiguas de ambientes marinos y continentales, que fueron plegadas y
levantadas con la cordillera en varios eventos. Sobresalen los colores oliva,
verde, gris, blanco de ambientes reductores y las diferentes tonalidades de
violeta, rojo, rosado y amarillo de ambientes oxidantes. Un excelente lugar para
un curso de campo de sedimentología y tectónica.
En este lugar a 4350 m.s.n.m. sopla un viento muy fuerte y
decidimos parquear el carro con la vista hacia las montañas y almorzar adentro
gozando del paisaje. Al final, se acerca un señor interesado en nuestro carro
colombiano con quien entablamos una muy amena conversación. Es ingeniero de
vías y construyó la que nos llevó a estos parajes y que continúa a pueblos
perdidos de la Provincia de Jujuy que estaban aislados hasta los años 90. Nos
cuenta la historia de esta región y su relación con la selva pluvial que queda
del otro lado de las montañas y que está comunicada por un antiguo camino inca.
La hermana que es nutricionista y antropóloga, profesora (P) de la Universidad
de Jujuy nos pone cita para encontrarnos en el pueblo de Tilcara donde tiene
una casa y quiere presentarnos unos amigos que han tenido excelentes relaciones
con colombianos.
Efectivamente en Tilcara, pueblo, a 2400 m.s.n.m. nos
encontramos y tomamos un mate en su linda casa que queda en una colina encima
del pueblo desde donde se ve toda la geomorfología del valle del río y sus
vertientes. Los ríos en esta zona montañosa transportan gran cantidad de
material, pueblos y vías se ven afectados por las crecientes que ocurren en
verano cuando se presentan las lluvias más intensas.
A pesar de la altura, el viento es muy frío y todos están
sorprendidos de la inhabitual prolongación del invierno. Ana nos compromete
ahora para que la visitemos en su casa de Jujuy y nos invita a alojarnos allá.
Nos pone en contacto con una pareja de amigos que trabajan con las comunidades
de la región en temas de protección contra la megaminería, el aprovechamiento
indebido de terrenos y aguas, y en la protección ambiental. Una experiencia de
contacto espontáneo con argentinos muy agradable y natural. Ana nos despacha
con una deliciosa comida de tubérculos andinos con queso de cabra
deliciosamente condimentada y nos regala un exquisito salami de llama.
Con Marcela y Quelo pasamos medio día en su casa construida
en adobe con toda la técnica tradicional, al margen de la quebrada Huichaira,
probando especialidades gastronómicas de la región, compartiendo experiencias
mutuas y arreglando el mundo. La familia de Marcela es originaria de la región
y tiene raíces indígenas, Quelo salió de Buenos Aires para vivir en el campo en
un ambiente sano, aquí es tratado como “gringo”. Tienen una niña muy linda e
inteligente de dos años y medio. Los problemas que se presentan en contra del
medio ambiente por parte de los diferentes agentes externos es el mismo que se
vive en Colombia, como en cualquier parte donde los intereses privados están
por encima del bien común.
Al norte de Tilcara pasa el Trópico de Capricornio a 23,5 grados de latitud sur. Un reloj de sol y un pequeño monumento llaman la atención sobre esta línea que representa en este punto la latitud a la cual vemos el sol más al sur. La pared sur estará siempre a la sombra y esta ocupará la mitad del triángulo en los solsticios de invierno y verano cuando a mediodía el sol esté en el cenit. Este sitio nos recuerda que estamos dejando la zona intertropical y entramos a la región subtropical y templada. El cambio en la vegetación es evidente, reconocemos pocas especies vegetales que encontramos en el camino. Entre ellos, el falso pimiento y los sauces nos llaman la atención por dar árboles enormes con troncos muy gruesos. Se ven muy frescos con sus hojas verdes, estamos en plena primavera.
La visita a esta región termina en Purmamarca con su
impresionante montaña de siete colores, pueblo muy turístico donde almorzamos
en un rico restaurantico. La nota amarga nos la da un vendedor de música local
que me ofrece rebaja por ser hermano latinoamericano, pero se arrepiente cuando
se da cuenta que Isolde es “gringa”. Antes pasamos por la Posta de Hornillos,
antigua hacienda utilizada en la época colonial como etapa en el camino al Alto
Perú, y en la guerra de independencia como cuartel del ejército del Norte en la
lucha con los españoles.
La vía a Chile que va a San Pedro de Atacama por el paso de
Jama, sale de Purmamarca y sube casi 2000 metros para llegar a las Salinas
Grandes, donde también hay litio. Esta región es vecina de la región volcánica
de Lípez que visitamos en Bolivia hace unos días. Existe la polémica sobre la
explotación del mineral que requiere gran cantidad de agua en esta zona
desértica. El paisaje en este recorrido es maravilloso con las rocas de colores
y los depósitos erosionados sobre el cauce seco del río (de piedras). El cielo
está totalmente despejado durante todo el día, la temperatura desciende a
medida que ascendemos al primer paso a 4200 m.s.n.m. pero vuelve a aumentar en
el salar.
En la tarde regresamos de nuevo a Tupiza, las nubes que cubrían los
valles bajos suben por la empinada ladera en forma de densa neblina que se
deshace arriba al encontrar un aire más seco. En el pueblo de Maimara bajamos al río Grande donde hay lindos cultivo de hortalizas en campos arados con burros. La imagen del atardecer sobre las montañas coloreadas es muy hermoso.
En Tupiza nos hemos alojado en una pensión familiar construida
en adobe, que tiene un lindo patio interior y un cuarto tranquilo y agradable
que nos permite dormir hasta las 9 a.m., acomodándonos al nuevo horario
argentino, una hora menos que Bolivia. Los dueños son muy queridos, tienen un
perrito amistoso y nos despiden con el regalo de una mermelada hecha por la
señora de la casa.
Argentina nos recibe con los brazos abiertos, la gente
acogedora y cordial nos hace olvidar las dificultades del pasado.
excelente... creo que van a tener que tinturarle el pelo a Doña Isolde para que no sigan confundiéndola con una "gringa" ...
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