Salimos de Mendoza el primer domingo de diciembre, fin de semana festivo (fiesta de la Virgen) para cruzar a Chile por el Paso de los Libertadores. Desde la zona vinícola de Luján, comenzamos a divisar a lo lejos las moles montañosas de la cordillera con imponentes picos nevados. La vía conduce hacia el sur siguiendo la ruta 40, luego desviamos hacia el oeste y comenzamos la ascensión por el valle del caudaloso río Mendoza. Pasamos por Uspallata y continuamos hacia arriba por valles estrechos donde desaparece la vegetación y comienzan los desiertos de alta montaña y los campos de nieve.
Se trata de una formación en la que se combinan de manera antagónica procesos hidrotermales y depósitos glaciares. Aparentemente estos últimos dieron origen a un dique natural de hielo y roca que represó el río Las Cuevas. Una fuente termal en ese mismo lugar ayudó al descongelamiento del dique y a la formación de un arco por debajo del cual el río continuó su camino.
En el borde del río las aguas termales formaron depósitos de carbonato coloreados de amarillo y naranja por óxidos de hierro. En el sitio funcionó un hotel termal que fue abandonado y el lugar fue declarado Patrimonio Natural, visitado por miles de viajeros.
El paso de los Andes fue la ruta seguida por los Incas, los Libertadores de Chile y todo el comercio trans-oceánico que unía Argentina con Chile. Sigue el cañón del río Mendoza y sus cabeceras por un collado que llega a 3100 m.s.n.m. al pie de la cumbre de América, el cerro Aconcagua (Vigía de Piedra en quechua) de 6962 m.s.n.m., casi 5000 metros por encima de nuestras cabezas.
La entrada al Parque Provincial tiene unos afiches ilustrativos sobre la historia geológica de la región y desde este punto arrancan los treking y las expediciones de escalada a la montaña que como en el Himalaya requieren permisos especiales y tiempos de espera. Las rutas de las paredes son de 3000 metros y viene gente de todo el mundo en la época de verano. Actualmente hay todavía mucha nieve de primavera, la estación estival está atrasada.
Pronto llegamos al último lugar poblado de Argentina que es
una estación de esquí, antes de pasar a Chile, En este punto la circulación
estaba detenida. Esperamos un rato pero como el tráfico no se movía tratamos de
averiguar que estaba pasando, Calculamos que el viaje el día domingo debía estar tranquilo por ser un puente largo de la fiesta de la Virgen el martes. Nos equivocamos, los argentinos viajan en hordas para hacer compras y el lunes es día laboral en Chile y los almacenes están abiertos. La situación económica en Argentina es tan complicada que prefieren ir al país vecino a pesar que reciben un cambio de divisas muy malo por sus devaluados pesos. La fila de carros era de varios kilómetros y armados de paciencia al igual que nuestros compañeros de viaje, esperamos durante cinco horas para pasar la frontera, acompañados con el viento frío con el frío de los 2800 m.s.n.m. en estas latitudes. Los chilenos controlan principalmente el
paso de productos vegetales para evitar la introducción de plagas a sus
cultivos de frutas y uvas en los cuales se basa el 50% de su economía.
La despedida de las autoridades argentinas fue muy cordial y
la bienvenida de los chilenos muy eficiente, a pesar de las extensas colas.
Logramos, pues, completar los trámites de importación temporal del vehículo por
tres meses y continuamos nuestro viaje hacia Santiago. La vía desciende en pocos
kilómetros dos mil metros en 24 curvas cerradas en medio de las montañas, con
tráfico pesado incluido.
Por impresionantes autopistas atravesamos extensas zonas
vinícolas y entramos a la ciudad de Santiago por vías rápidas con algunos
peajes, llegamos a nuestro alojamiento previamente reservado cerca al cerro
Santa Lucía en pleno centro de la ciudad hacia las 8 p.m., antes de la puesta
del sol.
Nos impresiona bastante el contraste en el desarrollo que se
percibe entre los dos países, Chile es sin duda un país económicamente más
estable hoy en día.
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