Con nuestra caja de provisiones llena con lo necesario para unos días de camping, viajamos por la excelente Ruta 5 que sale hacia el sur desde el punto cero cerca al centro de Santiago. En unas horas llegamos al Parque Nacional Radal Siete Tazas, una hermosa reserva natural que protege la cuenca del río Claro a unos 70 kilómetros de la ciudad de Curicó.
En Santiago adquirimos una tarjeta anual para visitar los Parques que administra CONAF, lo que nos permite entrar libremente a cualquiera de las 100 áreas protegidas sin pagar la tarifa individual de cada visita. Esto nos da la libertad de escoger sin restricción los lugares que queramos visitar, excepto tres Parques concesionados a empresas privadas, que casualmente son los más cotizados del país: Torres del Paine, Rapa Nui en la isla de Isla de Pascua y uno al norte en Atacama.
Recorrimos la ruta de acceso observando algunas bellezas naturales como la hermosa cascada conocida como Velo de la Novia y en una caminata corta bajamos al sector de Siete Tazas donde el río Claro forma una sucesión de cascadas y pozos de color turquesa que se forman al erosionar rocas volcánicas. Bajamos por un empinado camino para acceder al río y nos refrescamos en las gélidas aguas.
Un arboretum a la entrada del Parque nos ayudó a identificar varias de las especies arbóreas que encontraremos en estos bosques, todas desconocidas para nosotros. Destacan los Nothofagus, es decir los "falsos Fagus" que en el hemisferio norte corresponde a especies como las hayas que se les parecen.
El equipo resultó excelente, lo que nos permitió dormir bien a los 1100 m.s.n.m. de este lugar que en la noche alcanzó a enfriar bastante, probablemente con temperaturas cercanas a 0oC. El cielo se vió muy iluminado por las estrellas que brillaban intensamente en los lugares despejados fuera del bosque. Pudimos reconocer la constelación de Orión, aunque nos pareció que respecto a lo que vemos en Colombia, estaba patas arriba.
El día siguiente lo empleamos en recorrer un sector del parque que asciende por una de las vertientes unos 700 metros más arriba. Los árboles son inmensos y están en esta época primaveral de un color verde brillante que corresponde al Nothofagus conocido como roble. Desde la altura se domina el valle inferior y se aprecian franjas de vegetación más oscura que parecen seguir el sistema hídrico. Efectivamente en estos valles internos la vegetación cambia y estos sectores domina el Coigüe, un Nothofagus de hoja muy pequeña que crece hasta 50 metros de altura.
En los claros del bosque y sobre rocas volcánicas que afloran en las pendientes se ven muchas flores y en los sectores secos aparecen especies de puyas.
El sector ha sido recuperado por las entidades ambientales de antiguos bosques que fueron en parte utilizados para la producción de carbón de palo y la extracción de madera, sin embargo en algunos sectores se nota todavía la acción destructiva sobre los ecosistemas.
En otra jornada de viaje nos desplazamos más al sur para entrar a la reserva de Altos de Lircay, región que protege unas 12000 hectáreas. En este sector las condiciones de clima son más drásticas y es el lugar más septentrional donde se encuentra el bosque de Lenga, otro Nothofagus que es común en la Patagonia. El campamento se encuentra a 1400 m.s.n.m., también bajo bosque, pero las temperaturas que encontramos el día de llegada eran bastante heladas. Los sitios tienen comodidades como luz eléctrica, baños con sanitarios, ducha y lavaplatos, pero en nuestra estadía no funcionaron los calentadores de paso a gas. El baño se hizo a las gélidas temperaturas de 5 a 10oC.
Los puestos cuentan con un asador, sin embargo prender fuego está prohibido hoy en día. En los últimos años se han presentado en algunos parques incendios forestales muy graves que han destruido miles de hectáreas de bosques nativos. Estas zonas húmedas han sufrido inusitados períodos de sequía que los hace muy vulnerables.
Hicimos contacto con Fernando Porras, el jefe Guardaparque del parque que es un biólogo apasionado por el tema ambiental, con quien entablamos de inmediato una conversación amena y cordial que nos llevó rápidamente al terreno personal. Le contamos la historia de nuestro encuentro en los Alpes franceses hace 32 años y nuestra decisión inmediata de casarnos y de ir a vivir en Colombia. En los últimos días habíamos tenido algunos roces, por lo que no estábamos en una pequeña crisis de pareja. Sin conocer esta situación pero con mucha delicadeza Fernando nos quizo hacer una pregunta personal : ustedes son felices? La pregunta resultó sorpresiva y apropiada, nos ayudó a reflexionar y a volver rápidamente al buen rumbo. Más adelante nos contó sus experiencias en el montaje y declaración de estos parques que él sacó adelante con mucho tezón. La historia incluye la vida en el parque Siete Tazas con su familia durante varios años, pasando épocas duras de invierno. Nos encantó el trabajo y el espíritu de este hombre que actualmente tiene nuestra edad y todavía siguie activo en este duro tema ambiental. Tiene un lindo video de la reserva y está escribiendo un libro sobre el tema.
En una extenuante jornada subimos el camino de El Enladrillado, una meseta basáltica a 2200 m.s.n.m. Se asciende por un bosque de grandes robles y lengas hasta el límite de la vegetación. Pudimos ver varios pájaros carpinteros, el macho tiene la cabeza roja y las hembras son todas negras. Martillan la corteza de árboles viejos y secos para sacar larvas de insectos en un movimiento curioso de "pájaro loco" que produce el tac-tac típico. Cuando vuelan se ven las alas blancas por debajo y antes de emprender la huida cuando se acerca la gente, emiten sonidos de alerta que parecen carcajadas.
Desde allí el paisaje es imponente, se observa al fondo el volcán Descabezado, nombre que se debe a la pérdida de parte del cono en alguna antigua erupción. Del pico de más de 3800 metros baja un inmenso valle que está cubierto por una colada de lava negra donde el río ha abierto su cauce. Se une en la parte baja con otros afluentes que forman el Valle de los Venados, sector de la reserva al que se llega en una caminata de un día y medio. El paisaje que vemos desde allí nos deja una gran impresión, nunca habíamos visto algo similar en nuestros diferentes viajes anteriores.
Desde este sitio hicimos un circuito por la parte alta de la montaña para llegar a las Lagunas del Alto al pie del Cerro El Peine, en un paisaje desértico de altura con algunos bofedales (humedales) que se forman en las depresiones con el agua de deshielo. El paisaje es maravilloso con las manchas de nieve y las lagunas al fondo.
Bajamos por un camino muy empinado de nuevo al campamento y llegamos algo maltrechos después de 9 horas de caminata. Al día siguiente empacamos todos nuestros chécheres y nos despedimos de nuestro anfitrión quien había tenido la desagradable tarea de expulsar a unos jóvenes que entraron al parque sin pago, prendieron fuego y armaron escándalo. Nosotros fuimos los "sapos" pues no dejaron dormir y nos tocó trastear la carpa a otro lugar antes de acostarnos. La acción terminó con una lección de comportamiento sano en la naturaleza que nosotros apoyamos con algunos consejos a los jóvenes.
Nos fuimos encantados con la experiencia de vida en la reserva, los hermosos paisajes y la excelente relación con las personas como Fernando con quien compartimos algunas horas d charlas y buenas discusiones.
Se ve también la asociación meter el lugar y Surafrica, a través de la planta carnosa de la penúltima foto. Evidencia de la viejísima Pangea, ¡qué interesante! Preciosos paisajes, ¡gracias!
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